28 de Julio 2004

SUEÑO EXTRAÑO

Mis últimos pensamientos de ayer antes de dormirme fueron que echo de menos tener novia, el poder compartir tantas sonrisas y miradas, el poder invitar a una chica al cine y que me lo agradezca con un beso, el poder perderse por las calles de Madrid mientras charlamos… y pensé en como estará Ella, no sé nada desde hace casi un mes y la verdad es que es duro no saber esas cosas de alguien a quien has amado y cuyo amor sigue en el pecho (a eso me refería con memoria caprichosa : ) ).

No sé si será eso o simple casualidad (me quedo con la primera opción), pero tuve un sueño extraño durante la noche, voy a intentar plasmarlo con palabras e hilvanar las ideas (es decir, que lo pongo a modo de relato, resulta más fácil)… realmente no sabemos de que están hechos los sueños, simplemente estamos ahí y “conocemos” lo que está pasando (que te pierdes…). Allá va.

El pueblo era curioso, pocos sabían donde estaba, tan sólo algunos sabían llegar cuando querían y la inmensa mayoría simplemente se daba de bruces con él. No aparecía en los mapas aunque raro es el libro en el que no aparece el nombre. No tenía habitantes fijos, aunque había gente que llevaba más tiempo que otros, pero nadie se atrevía a pedir un hogar para siempre. Aunque muchos lo creyeran, ninguno estaba censado.

Sus “habitantes” (inquilinos) no podían ser contados porque iban y venían según requiriese el destino (o el hacer); unos se encontraban aquel pueblo después de una larga ausencia, otros sólo salían de vez en cuando, algunos nunca volvían y siempre se podían ver caras nuevas… constantemente había fluir de personas de un lado a otro.

Las casas eran sencillas, y es que cuando uno entraba allí sentía un peso en el corazón que le impedía hacer grandes cosas, y cuando conseguía llevar (o dejar de lado) ese peso, se encontraba fuera del pueblo. Todos los edificios rodeaban un pequeño jardincito, el centro de la población. Allí se erguía un gran roble, fuerte y orgulloso, que estaba siendo devorado por las llamas tenazmente…

Cuando era reducido a cenizas, un oscuro malestar se agarraba a los corazones de los “habitantes” del pueblo. Aunque cada cierto tiempo pasaba y todos sabían que de entre las cenizas resurgiría un tallito verde, no podían evitar tener miedo a que el roble muriese definitivamente… pero nunca fallaba, con el tiempo siempre despuntaba una hojita, luego otra y finalmente empezaba a crecer de nuevo, fuerte y vigoroso.

Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 28 de Julio 2004 a las 01:36 PM
Comentarios

Eso es que tiene el corazón "apretao" ;-)..necesita relajarseee...túmbese en el diván(me ha surgido una seria duda al pensar cómo se escribia) que voy a psicoanalizarle ahora mismo...cuando encuentre mis gafas y mi libretilla comenzamos ... muasss

Escrito por Lucía a las 28 de Julio 2004 a las 10:45 PM

Pues vas a tener trabajo para rato... todos los que me conocen un poco a fondo coinciden en lo mismo... ¡que chico más complicado!... y tampoco es para tanto, si se molestasen en bucear un poquitin :)

Un Besazo Lucía


Escrito por Träne a las 29 de Julio 2004 a las 03:48 PM
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