La pesada armadura chirriaba con cada paso que daba, se acercó al rio sin miedo a que se oxidase, siempre habría otras armaduras para sustituir las viejas. Con un sonoro golpe metálico se sentó en la piedra que más cerca estaba del agua y dejó que su mirada divagase sobre las ondas de la superficie.
El sudor le cubría, la garganta seca le escocía, estaba tentado de lanzarse al agua y dejar que el peso muerto del metal que le envolvía le llevase al fondo y así limpiar su cuerpo y saciar su sed. Sentía la opresión de un sollozo ajeno no lejos de allí.
- Creí que los angeles no lloraban.
La figura envuelta en una túnica blanca, que tenía sus mismos rasgos, pero con un aire completamente diferente, le observó tristemente.
- Todos lloramos.
- No puedes llorar, no existes. De hecho, ahora mismo dudo si yo mismo existo...
Media docena de pajaros salieron volando, aleteando en el calido aire primaveral, haciendo que el sol jugase con sus sombras y esparciendo vida, primitiva, inmutable y tranquila, a lo largo del rio.
Una sonrisa se dibujó en los insustanciales rasgos de la palida figura que parecía flotar sobre la hierba a la sombra de un enorme sauce, totalmente contrapuestos a la solidez del metal de la armadura y el acre olor del sudor mezclado con adrenalina y sangre de la persona que le espetaba sentada sobre una piedra, tambien muy tangible.
- Te escondes trás una armadura, pensando que estarás más seguro, pero, ¿a que hay venenos capaces de atravesar la más recia de las armaduras?
La persona que estaba dentro de la armadura pareció encojerse un poco, como una tortuga que busca la protección de su caparazón. Hubo un largo silencio sólo roto por el crujir de las hojas bailando al son del viento, el agua fluyendo impasible a los problemas de los mortales y la intensa vida animal que habitaba aquella zona. El chirrido de la armadura indicaba que se había levantado. Giró la cabeza en todas las direcciones y se dio cuenta de que estaba sólo. Se encogió de hombros, acostumbrado, y se preparó para la siguiente batalla... sus dedos acariciaron incoscientemente el borde de la armadura.
Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 10 de Mayo 2008 a las 05:43 AM | TrackBack