Se puede esconder el fuego, pero, ¿qué se hace con el humo? Proverbio africano
Llegaba ayer de cenar a eso de las tres de la madrugada (en la cena hubo una botella de vino, y luego otra, y la penúltima copa...), el caso es que cuando enfilaba mi calle, con ganas de llegar a casa y meterme en la cama, escuché un sollozo, me paré, busqué con la mirada, y vi a una chica, 18 o 19 años, sentada en un banco al otro lado de la calle, intentando contener el lloro entre hipidos. La reconocí, vive en mi barrio desde siempre, aunque casi nunca he hablado con ella, sí lo he hecho con sus padres.
Dudé, debo reconocerlo, mis pensamientos rondaron entre "no te metas donde te llaman" y el "a lo mejor es algo realmente serio". Ganó la segunda idea y me acerqué. Cuando estaba a unos 5 metros el olor a alcohol se hizo evidente, me fijé mejor, iba coquetamente vestida, y sólo el maquillaje corrido por las lágrimas demostraba que la noche no había sido corriente. La pregunté si todo iba bien, y entre más hipidos me dijo que nada iba bien. Me acerqué un poco más, me miró con ojos miedosos, hasta que me reconoció y dijo mi nombre, más tranquilo me puse a su lado y la dije que la llevaba a casa (no más de 100 metros más allá).
Después de un par de intentos ahogados, me dijo que no podía abrir, porque su bolso estaba debajo de un coche y no había nadie en casa. Me señaló el coche. Para un día que me pongo camisa... después de un par de intentos medio tirado en el suelo, me hice con su bolso, cogí las llaves y la acompañé hasta el portal, ella era incapaz de meter la llave en la cerradura, sólo atinaba a maldecir al que, hasta esa noche, era su novio, y a los amigos de este, que la habían dejado sola. El viaje en ascensor fue otra aventura de maldiciones y donde me explicó un poco por encima como había acabado así, llegamos a la puerta de su casa, abrí con cuidado, y cuando me quise dar cuenta, ella estaba medio dormida contra la pared, la cogí por la cintura para que se apoyara en mi hombro y pudiera caminar. La metí en su casa, la dejé en su habitación, vestida pero medio arropada, y apenas acertó a darme las gracias. Dejé una nota con mi móvil y mi email por si necesitaba algo o alguien a quien hablar al día siguiente y desaparecí de allí.
En todo el trayecto repitió unas cuantas veces que con todos la pasaba lo mismo, que algo tenía que pasar para que siempre acabase igual. Curiosamente había estado en misma conversación un día antes, en otro ambiente diferente, con otra gente diferente, en horario similar, mientras nos tomábamos la última, y las personas que quedábamos nos quejábamos más o menos de lo mismo.
Pues va a resultar que si siempre nos pasa lo mismo, es porque algo tendremos que ver en ello. No se si al elegir, ya metemos la pata desde el principio, o como actuamos, o qué... pero el caso es que casi siempre caemos por el mismo lado. Y no sólo en los amores (que en mi caso, son bastante exiguos ultimamente), el ser humano está empecinado en tropezarse con la misma piedra, como si su existencia le fuera en ello. Y siempre echamos la culpa a la circunstancias, siempre miramos acusadoramente a la piedra de turno, sin ver que a lo mejor el problema está más claro en la estela que hemos dejado atrás.
Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 24 de Mayo 2010 a las 12:39 AM | TrackBack