7 de Noviembre 2008

Sorprendente

Tantos años caminando por las calles de Madrid y todavia hay zonas que me sobrecogen.

Existen dos madrides (bueno, existen millones de versiones, depende de quien lo cuente), uno de ellos es el resplandeciente, el de capital de una nación moderadamente rica, con trafico constante, tiendas bulliciosas, restaurantes apetitosos, turistas de cien colores y mil idiomas, ejecutivos trajeados... Y luego está, a escasos metros, mezclandose y bailando con el son del fluir de vidas, el madrid de las putas, los yonkis y los camellos. La imagen escandalosa de las calles semiabandonadas que pueblan el centro, con aceras destrozadas, portales sucios y viejos, balcones con plantas marchitas y ropa tendida sucia.

Hoy bajaba por una de esas callejuelas, en una hora que he tenido de asueto madrileño (hacía tanto tiempo que no disfrutaba de un vagabundear por Madrid), y la realidad ha caido sobre mi como un vapor frio y mortecinamente blanco... la calle estaba gris, el suelo, las paredes, los cristales, un hombre con un abrigo andrajoso saliendo de un portal más andrajoso. Y de fondo, una importante calle, con los arboles separando el trafico, recibiendo la luz del sol dorada y vivificante con decenas de coches, gente bastante arreglada caminando por la acera en buenas condiciones y disfrutando de una soleada mañana otoñal.

He pasado junto a un restaurante peruano con pinta de estar abandonado, con cristales cubiertos de polvo. Las preguntas han aflorado, no preguntando por qué, ¿por qué este contraste? ¿por qué ya nos parece normal? ¿por qué...?... si no preguntando ¿quien abriría este negocio? ¿Como se ha ido a pique? ¿Que pasaría con su familia? ¿Quien vivira en esas casas? ¿Como viviran? ¿que pensaran?

Y es que la frivolidad domina nuestros pensamientos hasta el punto de que, en vez de escandalizarme, me he maravillado, como esa nueva corriente de progres intelectuales que se maravillan de darse cuenta de la injusticia y hablan de la estetica del mediocre envueltos en un halo de falso misterio, sin importarles una mierda que hay debajo de esa estética tan kitsch. En vez de quebrarseme el alma por la cantidad de historias tristes que seguramente había encerradas en esa calle.

Pero hay cosas que no cambian. En vez de pensar en como cambiar ese pequeño fragmento de mundo, solo me interesa el poder ser capaz de contar lo que ya hay en él de forma efectivista... a menudo los que tenemos la capacidad de arreglar las cosas (seres humanos en sociedades democraticas) adolecemos del terrible defecto de no querer cambiar.

Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 7 de Noviembre 2008 a las 02:41 AM | TrackBack
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¿Vas a venir más a menudo?