La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca. Heinrich Heine
Salía hoy de un examen, que espero sea de los últimos en una larga temporada (cuando acabe esta carrera me voy a tomar un largo descanso estudiantil, pero no me quito de la cabeza estudiar psicología), totalmente descolocado; varias noches durmiendo poco, estudiando manuales y formulas como un poseso y casi 4 horas de examen han logrado que la luz del sol me quemase los ojos cuando he pisado el patio central del edificio donde he hecho la prueba. Como no quiero acabar como un gollum cualquiera me he dado una vuelta para estirar las piernas.
Me he cruzado con un tipo al que hacía 4 o 5 años que no veía, un enfermo del psiquiátrico de Leganes que siempre iba con unos pantalones de chándal, camisa (generalmente de factura muy elegante en contraste con el chándal) y corbata de los años 80 llena de colores chillones. Lo entrañable, lo que hace que te fijes en él más allá de su indumentaria, es que siempre va con un libro de poesía en la mano, leyendo en voz alta mientras camina a paso vivo... su cara pasa del más cruel tormento a la dicha más absoluta en función de los versos que lea, cambio que puede darse en segundos. Le vi caminar por las calles del centro durante años, casi a diario, y un día simplemente desapareció, por eso lo que más me ha impactado es que no ha cambiado ni un ápice. Simplemente ha aparecido después de años como si no se hubiera ido, como si los que sobráramos fuéramos todos los demás que hemos ido evolucionando (para bien o para mal).
Hace no mucho, un compañero de prácticas me contaba que otro compañero suyo de trabajo, un día simplemente se desnudó delante del gerente y se puso a bailar hasta que pudieron pararle y llevarle al médico para ver el porqué se le había cruzado los cables. Cuando se lo he comenté a un par de amigos psicologos que trabajan en un centro de internamiento, me comentan que por regla general hace falta un desencadenante externo, un gran estrés, una decepción enorme de algún tipo, una angustia... pero que no siempre es así, a veces simplemente pasa, sin más, una persona mentalmente equilibrada pasa a encerrarse en su propio mundo, de forma más o menos radical, con lapsos más o menos largos. En su centro hay un hombre de mediana edad que puede mantener conversaciones de alto nivel intelectual, pero de forma indeterminada, se queda callado, mira al vacio y acto seguido vocea un UUEEEEE! más propio de un pastor que de un alto ejecutivo, cargo que dejó de ocupar cuando le empezaron a dar esos ataques. Ahora dice ser mucho más feliz, lejos del estrés y de las prisas.
No puedo negarlo, he estado coqueteando con la idea de la locura, por un lado, me agobia un poco el saber que en cualquier momento se puede perder la conexión con la realidad, por otro, ¿No está la realidad sobrevalorada? Si desconectar significa estar en tu propio mundo, y que este sea más placentero y feliz, ¿por qué querer volver atrás? Esto lo trataban en la serie "Doctor Mateo", con el personaje que creía tener un amigo de Saturno (perdón, de un anillo de Saturno)... cuando estaba curándose se dio cuenta de que prefería la realidad alternativa, inofensiva para todos y con más gracia que la realidad.
Decir que hay una fina linea entre la cordura y la locura quizás sea una exageración, esto no es como hacer malabares con antorchas mientras andamos sobre una barra cubierta de aceite (donde el resultado es casi seguro que sea un gracioso, para los de fuera, golpe), pero la verdad es que nadie puede decirse a salvo de escuchar el click, y que todo cambie. Visto lo visto, tampoco sería una opción tan mala.
Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 14 de Junio 2010 a las 08:40 PM | TrackBack