17 de Septiembre 2010

Desnudo

"Un pequeño esfuerzo es el mejor sustituto de las excusas" Donald Trump

Bajo las escaleras tan rápido como me dejan las piernas, que apenas responden. Cada escalón es un pequeño suplicio, cada paso es un esfuerzo. Sólo con ganas de llegar cuanto antes al vestuario. Cuarenta y ocho escalones, uno a uno apoyado en la barandilla metálica, redonda y grande, para por fin llegar a la planta baja. Dejo a la izquierda mi antiguo puesto de trabajo, podría hacerme este recorrido con los ojos cerrados, evitando columnas y jaulas con material deportivo.

Ducha (2).jpg

Por fin noto la rugosidad del suelo a través de la goma de mis deportivas, la humedad del ambiente que se filtra desde la sauna, los ruidos de algún partido de baloncesto y los agudos chirridos de la pista cubierta. Me cruzo con alguna cara conocida a la que saludo sin pararme, la inmensidad de colores que me rodea se difumina en un blanco y negro frente a mis ojos. Sólo hay un destino, un objetivo claro, todo lo demás pierde importancia. Empujo la fría puerta y los músculos del brazo chillan ante el esfuerzo. Una ola de calor me golpea, el ambiente caldeado de la ducha emana a través de las puerta que la separa del resto del vestuario. Miro anhelante, deseoso de meterme bajo el agua.

Tomo aire, me estiro y noto como mi cuerpo cruje. Ciento veinte minutos de ejercicio intenso tras un mes de inactividad casi absoluta pasan su factura. Dejo que la ropa, caliente y húmeda, caiga al suelo. Cierto frescor alivia mi piel ahora. Completamente desnudo cruzo la puerta de las duchas, 16 grifos me saludan en dos apretadas filas, no hay nadie, estoy solo. Me encamino hacia la que está más cerca, apoyo mi mano derecha contra los azulejos de la pared, notando frío a través de la palma de la mano, que alivia durante unos segundos el calor que siento. Buena parte de mi peso descansa ahora sobre la pared, mientras, con la mano izquierda acciono el botón. Después de un agónico gorgoteo los primeros hilos de agua fría estallan contra mi nunca, y el cansancio empieza a diluirse, sesenta segundos en la misma postura, con los ojos cerrados, dejando que el agua, cada vez más caliente, limpie todo el sudor.

Los hombros cargados empiezan a relajarse, los músculos de los brazos palpitando con estentóreos golpes se suavizan, el dolor de las piernas, la parte más castigada, desaparece. Noto más aire en mis pulmones, que aspiran el vapor con olor a manzana que ha dejado el gel. Poco a poco voy relajándome. El agua, purificadora, besando cada centímetro de piel, también arrastra los restos del último sacrificio, los miedos y las preocupaciones. Mientras la tranquilidad me envuelve como si estuviera hecha a mi medida, todavía bajo el agua, me permito una media sonrisa, pese a todo.

Escrito por Träne (trane1985@gmail.com) a las 17 de Septiembre 2010 a las 01:19 AM | TrackBack
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