"Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales." Mahatma Gandhi
Gandhi no es un personaje al que admire especialmente, no sé por qué. Pero en esto estamos de acuerdo.
Yo siempre he sido aficionado a esto de los toros, la educación es poderosa y puede hacernos creer, a base de costumbre y naturalidad, que cosas profundamente horrendas son dignas de ser llamadas arte.
Cuatro, que no es número bonito pero al menos contundente, han sido las razones por las que pasé de ir contento a la plaza de toros a repudiar este cruel espectáculo.
1) La primera tiene que ver con el condicionamiento ético humano. Estaba en la plaza con mis familiares cuando el torero entró a matar, la espada se desvió ligeramente y no mató al toro en el momento (como suele pasar), el poco público estaba en silencio, así que los mugidos de dolor se escuchaban claramente, la sangre brillaba al manar por la boca del astado. Finalmente, cayó de rodillas, posó su pesado cuerpo contra la arena y su lomo ensangrentado empezó a vibrar con el esfuerzo de respirar. No recuerdo si el torero o alguien de la cuadrilla se acercó y le clavó la puntilla para rematarle. El estruendo de la gente a mi alrededor me hizo sentirme estúpido por primera vez. ¿Que coño estábamos animando? ¿El agónico final de otro ser vivo? ¿Merecía eso que la gente aplaudiese? Me recordó peligrosamente una escena de una película sobre la segunda guerra mundial donde varios alemanes de la SS bromeaban jocosamente con los cadáveres de unos judíos. Una cosa es matar un animal porque supone un peligro, o porque supone una necesidad (para alimentarte, para vestirte, para crear productos básicos que de otra forma no serían viables) y otra es animar al asesino, jalearle, aplaudir el sufrimiento y defender encarnizadamente que la tortura sea considerada arte.
2) El segundo viene por criterios económicos. Se dedican más fondos públicos a mantener este tipo de festejos cruel que, por ejemplo, a mantener bibliotecas. Y la gente no sólo no se escandaliza, si no que lo aplaude (¿y luego la crisis es culpa sólo de los bancos y del gobierno?). La industria del toreo es deficitaria, por tanto ni siquiera se pueden aferrar al "es un negocio rentable". Ni siquiera genera turismo más allá de la primera vez que se presencia este "espectáculo", en Irlanda, la poca gente que se había animado a verlo en directo, huyeron tras los primeros minutos de castigo del picador. Conozco allí a un par de personas capaces de tatuarse ellos mismos estupideces en sus cuerpos... y sin embargo, morderse el labio horrorizados al presenciar por televisión lo que se les hace a los toros.
3) El tercer punto es puramente evolutivo. No me gusta abolir tradiciones, pero generalmente se van transformando para adaptarse al paso de los siglos. ¿Tiene sentido seguir manteniendo este tipo de espectáculos como si no hubiéramos conseguido nada en los 2000 años que nos separan de las luchas de gladiadores? Somos capaces de llegar a la luna, somos capaces de hacer que volar sea algo corriente, puedo comunicarme, en cuestión de segundos con gente al otro lado del planeta... pero no somos capaces de desligarnos de una costumbre cruel donde prima el ver la sangre (la mayoría de los protaurinos a los que he preguntado sobre el tema, me dicen que sería una gilipollez dejar al toro con vida, quitar la suerte de matar es casi casi lo mismo que abolir la "fiesta" al completo).
4) Este último es quizás el que más valor tiene para mí, el que más de cerca me toca. Pocos días antes de tener que sacrificar a mi gato, con los cuartos traseros ya paralizados, vino arrastrándose hasta mi habitación, maullando suavemente, por ser incapaz de subirse a su cajón de arena. Me tumbé a su lado, me cogió la mano con sus dos patitas, y me lamió la zona que queda entre el dedo pulgar y el indice (ni fuerza tenía para morderme como de costumbre). Su sufrimiento era palpable, no podías tocarle ni el lomo ni las patas traseras... La decisión más dura que tomamos, que me hizo saltar las lágrimas, a mi que me da igual golpearme, hacerme heridas, que me enfrento a los fracasos que vayan saliendo sin mucho teatro, fue la de sacrificarle para ahorrarle dolor innecesario. ¿Qué clase de ser prefiere alargar el sufrimiento innecesario a un animal que puede sentir dolor como podemos sentirlo nosotros mismos? ¿Cómo voy a confiar en alguien que en lugar de sacrificar al animalito de forma rápida para que no sufra demasiado, se regocija en su dolor y aplaude a quien lo infringe?
Por estas cuatro razones cambié mi forma de pensar sobre la mal llamada "fiesta nacional" (que a mí, español orgulloso de serlo la mayor parte del tiempo, no me representa). Por estas cuatro razones me alegro que el debate se plantease en Cataluña, y me alegro que al final el dialogo haya acabado con una práctica sádica y cruel. Ojala no tarde mucho en extenderse a otras regiones, y ojala llegue pronto a Madrid, donde tengo clara mi postura. Lo que no entiendo es porque hay tanto miedo al dialogo...
"El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y de la voluntad." Giovanni Papini
No me olvido de que tengo que contestar a los comentarios... me ha hecho ilusión ver que uno no grita al vacío, aunque sólo sea de vez en cuando.
El caso es que hoy, después de unas cuantas horas de estrés en el trabajo (y decían que la universidad en Julio es tranquila... bendita vida del estudiante a tiempo completo), he llegado a casa, he encendido el ordenador, y he puesto una de esas series que en su día me copié en alguna quedada y nunca me ha dado por ver. Al principio he pensado que sería la típica americanada, pero simplemente necesitaba tumbarme en la cama y escuchar algo de fondo... y "Me llamo Earl" ha cumplido esa función. La verdad es que tiene muchos rasgos de las series estadounidenses, incluso hay algunas escenas "homenaje" a otras series (es decir, copiadas a machete)... pero el argumento me ha parecido curioso, tanto como para levantarme y engancharme.
Arreglar el Karma, intentar que el mal que hemos hecho a otras personas se convierta en algo bueno, para que, el destino en compensación, nos ofrezca algo bueno a nosotros mismos. No deja de ser egoísmo con un puntito místico, pero joder, si todos siguiéramos este tipo de egoísmo, no nos iría tan mal. Buscar el bien ajeno para encontrar el propio es mucho mejor que buscar el mal ajeno para que mis males no lo parezcan tanto.
Lo que más me ha sorprendido ha sido la canción del final del tercer capítulo, que, sin conocer, canté hace un par de veranos con unas cuantas botellas de cerveza repartidas en el suelo y tirados en la hierba en el jardín trasero de la casa de uno de los compañeros monitores irlandeses.
Hoy me he jugado mi tranquilidad (y de paso, la comida y la siesta) por ayudar a un compañero, y el destino, el karma o como quiera llamarse, me ha devuelto esta canción y los recuerdos. Nunca me ha gustado vivir de recuerdos, es como si uno se dedicase a comerse las sobras de la pizza de hace 3 semanas teniendo la nevera llena de comida que no sufre ese rigor mortis de la pizza fria... pero debo reconocer que, sin saber muy bien como funciona esto, me ha sentado bien recordar aquella noche, y lo que hablamos.
Si existe el karma, o el destino, o la suerte, o un Dios, o varios dioses.... tienen un extraño sentido del humor que rara vez pillamos, ni con instintos, ni con voluntad.
Añorar el pasado es correr tras el viento. Proverbio ruso
Hoy, una lectora habitual desde hace años, me ha mandado un mini-informe del blog... dice que lo ha hecho en el suyo, se ha deprimido, y lo ha hecho en el mío y se ha deprimido aún más. Y de paso, al verlo, me ha deprimido a mí.
La aplicación que ha consultado te saca un resumen de todos los blogs que te linkean, para ver cuántos otros blogueros te han incluido en su listado. Dice que a ella apenas media docena, pero lo triste es ver que casi todos llevan abandonados años. El mío, en una vorágine expansionista, alcanzó a tener su propio link en una veintena de blogs, y ahora todos están abandonados. La mayoría de mis inicios, allá por el 2005, ninguno superó el 2008.
Este que ahora leéis (bien sea por voluntad o por casualidad), que tengo duplicado, ha tenido tiempos mejores, más prolíficos en cantidad y calidad, ahora apenas saco ratos para postear pero sigo viniendo de vez en cuando, me resisto a abandonarlo, a pesar de haberlo pensado en varias ocasiones.
Me siento un poco de la vieja guardia. Como un soldado orgulloso de una patria antes vibrante, llena de vida, y ahora abandonada, que camina por campos agostados y pueblos abandonados hace mucho, con vestigios de sus habitantes pero sin rastro de estos.
La verdad es que ha supuesto un golpe para mi ánimo. Casi como darte cuenta de que a veces escribes al vacio, cosas que a nadie importan, mirando a un vacio insondable, más solo de lo que uno quisiera a veces. Creo que me he quedado obsoleto, ahora lo que se lleva es escribir una frase y remandarla a todos los contactos, o simplemente subir toneladas de fotos y comentar uno a uno a todos los contactos.... Me temo que no me pega demasiado (aunque pesado sea un rato).
¿Será posible que todo el mundo haya avanzado y yo siga aquí atrapado? A mí que siempre me ha gustado caminar mirando al frente para no anclarme al pasado, ¿será posible que me empeñe en vivir en algo muerto? Al final todos se han ido yendo, la fiesta se ha acabado, y me temo que me toca apagar la luz. Me resisto, pero el inmovilismo puede conmigo.
"Por que pedir al cielo lo que esta en nuestras propias manos." William Shakespeare
El fin de semana pasado estuvimos en el chalet de un amigo en una quedada de ordenadores. Una vez cada tres o cuatro meses nos juntamos un par de días más que para jugar, para estar todos juntos sin un ápice de obligaciones. Lejos de trabajos, estudios, problemas...
El chalet como tal, recibe el nombre de chalet más por educación para con el dueño que por que realmente parezca un chalet. Una edificación de aspecto fuerte desde fuera, pero tetricamente inacabada dentro. La falta de fondos, junto con otros problemas, hacen que darse un paseo por el interior, fuera de la zona habilitada para los ordenadores, inspire un poco de miedo, cables a la vista, ventanas con sempiternos papeles puestos, paredes desnudas y suelos levantados. Por supuesto, todo con linterna fuera de nuestra "sala de la luz".
Después de colocar un par de laminas de gomaespuma en el suelo y extender la tienda esa que se monta en dos segundos encima, me di cuenta de que no había llevado ni saco de dormir, ni sabanas ni nada... Así que puse la toalla malamente para al menos no dormir sobre el plasticoso fondo. No soy especialmente picajoso con esto de dormir en cualquier lado, pero me desperté en mitad de la noche, sin saber muy bien porqué. Quizás porque me había costado conciliar el sueño dándole vueltas a cierto tema, y mi sueño fue intranquilo. Hice un intento de volver a dormir, me revolví un poco para acomodarme, mi mente se concentró en que la toalla olía a crema hidratante para después del afeitado, debe ser que con el sudor, la crema acabó en la improvisada sabana-almohada, de lejos escuché unos pasitos rápidos (de alguna rata valiente), se me cruzaron los cables y me dije que había cosas mejores que hacer que dormir, me medio vestí, abrí la tienda y me puse las deportivas, me alejé del resto de las tiendas y, una vez al aire libre, miré hacia arriba.
Y me quedé medio tonto durante un buen rato, con un pesado silencio a mi alrededor, sólo roto por algún ronquido ocasional, unos breves pasos en carrera para ocultarse en una madriguera, el relincho de algún caballo de una finca cercana y el incesante crujir de mis pensamientos. Allí, en la inmensa oscuridad, infinitas estrellas me miraban. Pensé en cuantas personas, en ese momento, estaban mirando esas estrellas, pensé en la gente que antes, en ese mismo lugar, décadas o siglos antes, miraron hacia las estrellas, pensé en un arranque de misticismo si, al otro lado de tantas estrellas, no hubiera un algo, en otro mundo parecido, mirando las mismas estrellas, y pensando en lo poco que vale pedirlas nada, pero lo mucho que aporta mirarlas en silencio. Silencio.
Cuando quise darme cuenta, ya no había nada en mi cabeza, en el horizonte el negro azabache se estaba convirtiendo en un suave azul marino. Volví a la tienda y me dejé caer sobre el duro suelo que la gomaespuma no disimulaba, enterré mi cara entre mis brazos, y me volví a dormir con un puñadito de preocupaciones menos.
"Si cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia". Derek Bok
Para que no haya dudas sobre lo que escribo, acaban de pitar el descanso del Países Bajos - España, la final de un mundial que se estima van a ver más de 300 millones de personas en todo el mundo. Comento lo de que no haya dudas porque voy a incidir en la falta juego limpio de la selección holandesa, no quiero que parezca una pataleta por una posible victoria sobre el conjunto de mi país.
Que gane España, y hablando en plata, me importa una mierda. No voy a negar la euforia que conlleva ganar un mundial, y el compañerismo que reina el día después de la victoria, y la emoción que se vive en los bares y en la calle ante cada gol y cada victoria. Pero a efectos prácticos, en frio, nos da igual que ganen o no desde el punto de vista de que vaya a cambiar nuestras vidas, seguramente a los jugadores sí, y ojala ganen, pero como persona de a pie, nada de nada, lo único ha sido la ilusión de llegar hasta aquí, pero una vez lo ganen, la euforia dura un par de días y todo se queda en un título que no aporta nada, un mero número y el nombre de España en la lista de ganadores. Resumiendo: Nada. Así que ya no es ganar o perder, si no la forma de ganar o de perder.
No soy demasiado futbolero, no al menos en partidos en los que no participo, así que perdonadme este desarraigo. Ni siquiera voy a ver la segunda parte, el partido es bronco y feo, desagradable. Los holandeses están más preocupados de pararnos cueste lo que cueste que de jugar al futbol. Nos han dado patadas innecesarias en juego, nos han dado una patada en el pecho, se quejan absolutamente por todas las decisiones arbitrales cuando precisamente son ellos los más marrulleros.
¿Y el árbitro? Cuando juegas al fútbol, y lo sé de primera mano, te expones a llevarte alguna patada, a caerte al suelo, incluso a llevarte algún golpe en la cara en alguna lucha, esto no es un deporte suave, aquí hay contacto y se asume. Lo que es impensable es que un árbitro se limite a mirar ante acciones que deberían suponer expulsiones, e incluso, si me apuras, sanciones en los tribunales (la patada en el pecho que se ha llevado Xabi Alonso... sólo lo he visto en dos ocasiones previas, en dos peleas multitudinarias, nunca en un campo de futbol). En la liga universitaria de Madrid he visto expulsiones mucho mucho mucho más rigurosas, y la pregunta del millón es, ¿Quién debería dar más ejemplo? ¿A quienes les ven cuatro gatos, a los que tienen pendientes a 300 millones de personas? Si un árbitro quiere dar espectáculo, y por eso no puede echar a todos los que se lo merecen, deberíamos seriamente plantearnos el no jugar en competiciones deportivas de este estilo, pues la justicia no se imparte según el reglamento, si no según los cánones de publicidad, patrocinadores e imagen (¿echar a 3 jugadores aunque se lo merezcan? Ni locos, eso roba una porción de beneficios enorme y credibilidad a una institución muy en entre dicho últimamente).
Esto no es una pataleta anticipada ante una posible derrota, lo repito, los diarios alemanes tienen una palabra en sus titulares "brutalidad", los medios franceses se sorprenden por la falta de rojas, al otro lado del charco reina el desconcierto ante el partido más sucio, con diferencia, del campeonato. Si yo veo un partido es para ver a 22 tíos jugando con un balón, no para ver entradas más propias de barrios conflictivos donde la gente dirime sus diferencias a golpes (y esto también lo he vivido). Buscaba un partido como el de Alemania - España, un partido con clase, ejemplo del buen fútbol y de la alta educación de ambos contendientes, y me tengo que conformar con una tangana de barrio.
Conclusión, han conseguido que pase de la inmensa felicidad de ver a la gente unida, a que sienta absoluta repugnancia por un campeonato, cuanto menos, dudoso. Si ganase la selección holandesa y su estilo de juego sucio, su "todo vale", entonces habrá perdido el deporte.
NOTA: Una hora después de escribir esto, me entero de que España ha ganado por los gritos que se escuchan dentro y fuera. Es el primer partido que he decidido ver en casa con la familia, menos forofa (para tranquilizar mis nervios disparados en anteriores partidos en los bares). Me alegro inmensamente por la victoria del equipo que menos faltas ha hecho en todo el mundial... aunque nos lo hayan puesto difícil a base hachazos. ¡Bien por los nuestros!