Pues no, no lo soy. Ni heroe, pues no salvo a nadie, ni "melo-" ya que no hay musica de fondo, ni "-dramático" pues aunque a veces lo parezca, mi intención no es esa.
Me voy a tomar unos dias de asueto. Para pensar. Ayer escribía sobre mi miedo. En el post anterior a ese hablaba sobre cierta tristeza y un anhelo suspirado apenas audible. Es una mala costumbre esta de pensar que cada golpe de buena suerte viene seguido de varios golpes de infortunio, o quizás es que al abrir el pecho para que entre la felicidad, me expongo a otras cosas, con las puertas de par en par nadie controla lo que pasa... ¿Quien sabe? Pero como prefiero disfrutar de momentos de felicidad en lugar de momentos de tranquilidad, lo asumo y confieso que seguiré haciendolo. Dejaré las puertas abiertas siempre que pueda.
Pero ahora toca encerrarse en la cueva para dominar a esos miedos, para aclarar mis dudas, para lamer mis heridas y para prepararme de nuevo. Suena a heroe trágico que, con la capa ondeante y la armadura mellada, camina renqueando hasta un reducto de tranquilidad para tomar fuerzas y seguir luchando. No hay heroicidad, es simple pragmatismo, porque me gusta estar bien.
Estos dias haré ejercicio, estaré mucho tiempo fuera de casa, la mayor parte en soledad buscada, me cuestionaré, pensaré, me criticaré y quizás hasta empezaré a cambiar aquello que ya no me gusta. No habrá emails, ni post, y quizás hasta deje el movil apagado. No soy victima, ni estoy deprimido, sólo quiero ordenar mi mente y mis sentimientos. Si fuera un heroe, tendría todo claro, ¿pero quien quiere ser un heroe para si mismo?
No soy una persona con muchos miedos. No temo al dolor fisico, no temo al fracaso (hay que asumirlo), no temo a la mayoría de los sacrificios (por el bien propio o por el comun), no temo el ser sincero, no temo el abrirme a un desconocido, no temo gritar al vacio y no recibir respuesta, ni siquiera temo mi muerte (es lo unico seguro, cuando tenga que llegar, llegará).
Pero hay un miedo que me persigue a diario y que pocas veces me abandona. Normalmente le tengo callado, una simple sombra, pero este fin de semana ha estado activo. Mordisqueando mi animo. Clavando sus garras. Esperando a la oscuridad para saltar sobre la presa. Se hace osado, ni la luz le detiene ultimamente.
A veces me siento como un caballero sin lanza, ni espada, ni armadura, ni caballo. O como pajaro sin alas. O como un pez en mitad del desierto. Y se que mi miedo parece una tontería, cuando lo comento, la gente asiente, todos me dicen que no me preocupe. Pero mi miedo es fuerte. Y me conoce.
Y yo le conozco. Nos miramos como viejos amigos que ya no tienen nada que decirse y que se limitan a estar juntos en silencio. Y pierdo el miedo al miedo, tengo mis armas. Pero él tiene las suyas. Me tengo que obligar a continuar en busca del antidoto. No me queda otra. Aunque a veces me apetezca tumbarme en la cama y dejar que el miedo me arrope, confiar en él, despues de todo, somos viejos amigos, nos conocemos.
Hands on the mirror, can't get much clearer
Can't make this all go away
Now that you're bleeding you stare at the ceiling
Watch as it all fades away
From what you do, because of you
You know I can't be there
Each time that you call
I swore not to come, but I m here after all
I know by the look that I see in your eye
I won't stand around and I won't watch you die
From what you do, because of you
Nickelback - Because Of You
El traqueteo del tren quedaba oculto por la voz de Chad Kroeger (Nickelback), sentado de frente a la ventana el paisaje corría cambiante bajo mis ojos, ajeno a la gente que me rodeaba. Mi mirada estaba algo más alejada que lo que se veía tras el cristal, normalmente significa que estoy pensando. Primero, en lo aburrido que ahora se me antojan estos viajes, cuando hace poco más de una semana me parecían de lo más relajantes. Segundo, en el proyecto en el que me comprometí embarcarme ayer por la mañana. Y tercero, en que en seis meses hay un 3% de que me cambie bastante la vida y me he odiado un poquitin por tener todo cogido con números.
He recordado cierta sonrisa y no he podido evitar sonreír un poquito. Ha sido el punto final de mis pensamientos, en ese momento me he fijado en mis compañeros de vagón, y he recordado porque adoro hacer este trayecto en la C-5. Frente a mi un chaval de 16 o 17 años miraba al techo, a su lado, una mujer hablaba por el teléfono a voces, casi pudiendo prescindir del aparato. Una chica me miraba fijamente desde otro asiento, probablemente porque también estaba perdida en sus pensamientos y su mirada se ha perdido en el vacío justo cuando miraba hacia mi dirección, la he sonreído, me ha sonreído y ha dejado caer su mirada al suelo. Al otro lado, una madre con ojos cansados hablaba con su hija, postrada en una silla de ruedas, sonreían.
Los edificios familiares de Atocha se han dejado ver por las ventanas, empezaba a pensar en que estación bajarme, si bajarme en esa misma y andar un poco más, veinte minutos hasta mi destino, disfrutando de la inmensa urbe. O esperar otra estación y así hacer trasbordo con el metro al centro de Madrid y acabar rápido con lo que tenía pensado hacer. Mientras decidía, la mujer con la hija en silla de ruedas se ha levantado y ha empezado nerviosa a buscar a alguien, necesitaba bajarse y no lo ponen nada fácil para las personas con ese tipo de minusvalía. Me he decidido finalmente por bajarme en Atocha y así echarla una mano, otro chico también se ha levantado facilitando mucho la labor.
Cuando me he internado en la voraginosa multitud, he olvidado mi miedo, el que me atenaza a diario, y me he dejado llevar por mis pasos, calles familiares, viejos recuerdos, y es que siempre que vago por Madrid solo me asaltan los mismos pensamientos. Paradójico. Y es que me he dejado el tarro de gominolas en casa.
Me han dicho varias veces que Madrid parece un tanto gris, más me parece una bestia herida, palpitante, acurrucada, viva. He dejado que la música me invadiera por un instante, he hinchado mi pecho con aire y he erguido mi espalda para desentumecerla. He caminado entre el cielo y el infierno en pocos minutos, de la zona de comercios por excelencia, con millones de ingresos, he pasado a un barrio donde un sujeto pegaba a otro por un asunto de drogas y un tercero discutía con una prostituta sobre el precio de su servicio, otras compañeras de profesión miraban curiosas, algunas reían (¿quizás conociesen ya a ese tipo?). Todo ha acabado cuando un coche de la policía ha pasado patrullando cerca.
Me he sentido un poco más libre, no sabría definir porqué. Quizás porque la vena egoísta de escritor (por llamar a lo que hago escribir, sin merecerlo) se alegra de tener material de sobra a un paso de mi vida cotidiana o quizás porque el realista que todos llevamos dentro se alegre de saber que todo podría irme peor. Que, en el fondo, no tengo porque quejarme. Cuando he vuelto a subir al tren, y abandonaba la urbe de camino a mi ciudad, más pequeña, he vuelto a sonreír, esta vez sin pensar en nada. Ni Madrid, ni miedos, ni anhelos
por un rato.
Sentado en la oscuridad te pienso. Tus labios siguen ardiendo en los míos, tu suave sabor persiste. El aroma de tu espalda sigue en mis sentidos. El tacto de tu piel aún perdura en las yemas de mis dedos. Tu risa tintinea todavía en mi mente.
Y ya no estás. Y empieza la búsqueda. Quiero encontrarte antes de que olvide a que sabes. Deja que coja mi mochila, un cuaderno y una pluma. Me alimentaré de aire y viviré de sueños. Seguiré tu rastro sin molestarte, pues tengo miedo de que te desvanezcas con mis palabras. No haré ruido ni gritaré tu nombre, me aterra la idea de asustarte con mi presencia. Permíteme soñar contigo como si estuvieras a mi lado, como último recurso para imaginar tenerte.
He matado a los dragones que había bajo la cama, buscando tu presencia. El fuego ha endurecido mi pecho y cegado mis ojos, luchamos durante días, semanas, a oscuras y en silencio. De sus caricias guardo los surcos dolientes de sus garras en mi espalda, a la espera de que tus manos me curen.
He caminado por la senda de la tentación, y labios que no son los tuyos me han mordido, dejando marcas en mi cuello y en mi cara, recordatorios palpitantes de que un día no pude aguantar tu ausencia. Quizás seas la única capaz de quitar los estigmas que ni el tiempo se digna a borrar.
He buceado en profundos océanos, sintiendo latigazos en mis pulmones. No fue por nada. Encontré tu rastro. ¡Por fin!. Lo seguí ansioso por encontrarte. Mi cuerpo gritó, las fibras de mi ser temblaron de dolor, pero no hice caso, sólo podía seguir esa senda que me llevaba a ti. Mis músculos fueron estirados y pinchados, mi piel mellada y desgastada, mi fortaleza puesta a prueba.
Me enfrenté a una gran montaña, sus rocas me despellejaron los codos, las rodillas y las palmas de mis manos. Sólo tenía aliento para seguir escalando susurrando tu nombre, un mantra que me ayudase a sobreponerme a la adversidad. Cuando estuve a punto de vencerla, su voz me llegó a través de la tierra. Y lloré. Apenada me confesó que ya te habías ido.
Sequé mis lágrimas y seguí el camino. A partir de ese momento decidí correr, no podía dejarte escapar. Me perdí en un bosque, los senderos se abrían y cerraban, jugando conmigo. La respiración agitada por la carrera. Corté con las uñas y los dientes las ramas que pretendían retrasarme, mis encías sangraron lastimadas y mis dedos cogían la pluma dolidos. La sola idea de tener que dejar de escribir me aterró.
Salí del bosque, arrastrando mi cuerpo tras tus pasos. Y te vi caminar delante mía. Susurré tu nombre a mi alma y te giraste. Noté preocupación en tu mirada, una pequeña victoria que me sanó las llagas menos físicas. Tus manos acariciaron mi piel, allí por donde pasaban tus finos dedos se cerraban los cortes y cedía el dolor.
Me dejaste descansando, curándose las heridas. Leíste aquellas hojas que escribí mientras te buscaba, palabra a palabra lo que había sufrido para tenerte. Y creí verte llorar. Te acercaste, dejaste que te rodease una vez más, quizás la última, con mis brazos. Mi mano recorrió la familiar línea de tu espalda, la que me llevaba desde el punto más bajo hasta tus hombros. Y tus labios me besaron de nuevo, en un alarde de generosidad.
Cuando abrí los ojos, seguía sentado en la oscuridad. Solo. Pero el cuerpo dolía como si realmente hubiera recorrido el penoso camino. No importaba, ahora mis labios guardaban tu sabor con más intensidad. Me permití sonreír incluso sin saber si eres real o sólo un sueño.
Y camino entre fantasmas sin cadenas
que sin embargo andan encadenaos
yo dejo que se me arrime la pena
pa sentirme una miaja más humano
he llamado a mi bruja mala pa meterme entre sus alas y comernos a bocaos
los pecaos que nos dé la gana
Llamando a mi bruja Sinkope
Llueve. Si hay algo que adoro es correr bajo la lluvia, para mi representa toda la libertad que puedo tener, que mi cuerpo puede desear. Sentir la ropa pegada al cuerpo, las gotas golpeando mi cara, mi cuello, mis brazos. Las calles semi desiertas o el campo vacio...
He corrido sin necesidad de ello, aunque seguro que más de uno habrá pensado que simplemente huía de la lluvia. Al revés, corría hacía ella.
"Me limo las uñas, no tengo ganas de trepar,
la verdad es que ni ganas de ná
tengo los nudillos cansados
de quitar cascotes cuando me empiezo a derrumbar,
de apilarlos para sombrear
y anudarme desnudo en tus brazos,
que teja en las tejas la lluvia, que a mi me da igual,
más dificil para resbalar, más sencillo quedarme enredado."
Marea - En tu agujero
Si tuviera palabras para describir este fin de semana, probablemente no hubiese espacio para decir todo lo que tengo que decir, suelo liarme tanto en los detalles que a veces pierdo el norte de lo que verdad importa. Por tanto, me conformaré con escribir la estrofa (tantas veces susurrada en mi propia habitación con los auriculares puestos) que más me ha marcado del concierto del domingo.
"Me siento tan bien, que pienso guardar,
en tarros de miel todo lo vivido.
Pa cuando no estés, poder untar
con algo dulce el agrio vacio"
Tarros de miel Sinkope.
Una lectora, y amiga muy cercana (aunque no precisamente por la distancia física), ha aguantado varias horas de tren y otras 70 horas de mi persona (sin descanso salvo unas cuantas horas de sueño, que es todo un merito), para invitarme al concierto de Sinkope. Hacía años que no disfrutaba de un concierto en primera fila, con los equipos de sonido atronando decibelios, sintiendo vibrar hasta el último recoveco del cuerpo, la voz quebrada del cantante, al ritmo del rock, la gente coreando las canciones... vamos, como cuando era más joven, hace al menos cinco años.
Ya tengo mi pequeño bote de gominolas, lleno de las experiencias de todo este fin de semana (caricias, abrazos, bromas, confidencias y sonrisas), para endulzarme un rato cuando el miedo me ataque en la noche o la soledad se aburra de bailar con otros. Cuando aparece la oscuridad, hasta la más pequeña de las luces puede aterrarla unos segundos.
nos levantamos y nos damos cuenta de que no estamos aprovechando la vida? Y si ese dia decidimos cambiar algo, quizás el camino de vuelta a casa, o la foto de fondo de pantalla del movil, o simplemente compramos una camiseta de un color del que nunca habiamos tenido ninguna antes.
Nos podemos sentar en un banco y mirar al cielo, preguntarnos si desde otro planeta hay alguien mirando al mismo cielo desde otra posición y pensando que quizás merece la pena un cambio. O a lo mejor hay alguien haciendolo en el banco de al lado.
¿Y si un dia vemos una foto actual de una persona que en el pasado significó mucho pero que ahora no es más que un contacto más en la agenda y pensamos que quizás es hora de retomar relaciones pasadas? Quizás te apetezca pintar un poco tu vida con colores, darle un nuevo tono, un nuevo aire. ¿Y si un día nos dan la oportunidad de hacerlo? Nos lo dejan facil, en bandeja de plata. Sólo hay que elegir decir "sí".
Hay veces que pienso que podría aprovechar algo mejor mi vida. Darle un retoquito. A veces lo hago, otras tengo miedo. Pero si nos preguntasemos más a menudo....
El viento mece suavemente las ramas de los arboles, dejando pasar ocasionales rayos de luz que chocan contra un mullido suelo alfombrado con verde hierba y contra un humedo camino. No levantas polvo con tus pisadas. Tu respiración acompasada apenas disturba el ambiente, los pajaros siguen cantando y el agua fluyendo. Un ligera inclinación del camino en tu contra, el corazón se acelera levemente para mantener el ritmo. Relativa tranquilidad.
Oscuros pensamientos se clavan en el pecho. Desasosiego. Elevas el ritmo. La respiración se acelera. Las defensas se cierran en torno a un unico bastión. La tranquilidad bendice el momento con su presencia durante unos minutos más. El ritmo se mantiene, no quieres ceder ni un milimetro. Los musculos empiezan a resentirse.
Nuevo embate. Frio. Oscuridad. Un vertiginoso vortice de pensamientos. Fuego en los musculos. Fuego en los pulmones. Miedo. Velocidad. Sangre a borbotones dejando un reguero de punzantes señales por las venas. Miles de pequeñas batallas se libran. Dolor.
Suelo. Frescor. Sombra. Tranquilidad apoderandose de los musculos. Tranquilidad apoderandose de los pensamientos. Los pajaros cantan de nuevo en las copas de los arboles, mecidos con un suave rumor. Susurros de paz y tranquilidad que te invitan a dormir, a descansar, a olvidar por unos momentos... ya habrá tiempo para la rutina, pero no hoy, no ahora.
Hay algunas canciones de Ismael Serrano que se han quedado grabadas a fuego en mi mente... no puedo evitar recordarlas en determinadas situaciones. Ya se que no es del gusto de todos (o te gustan los cantautores o no te gustan...), pero a mi me encantan, ¿que se le va a hacer?
No estarás sola,
vendrán a buscarte batallones de soldados
que a tu guerrilla de paz se han enrolado.
Y yo en primera fila de combate
abriendo trincheras
para protegernos, mi guerrillera.
No estarás sola,
te saludarán a tu paso en mil idiomas, con mil lenguajes,
la gente a la que despertaste en cada viaje,
los que dormían en las calles,
a los que preguntaste,
por su esperanza, por su desastre.
No habrá distancias
que no cubra cualquier hombre que te busque.
No habrá rincón en que tu nombre no se pronuncie.
No habrá misterio o duda en que tu presencia no luzca,
faro solidario en ausencia de paz,
en tiempos difíciles Estrella Polar.
Sola nunca, nunca estarás.
No estarás sola,
siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida,
quien te de aliento cuando te des por vencida.
Tu revolución llenará sonrisas,
yo la incorporé a mis aperos
de trabajo, a mi vida.
Clava hoy tus raíces en mí.
Quién pudiera retenerte en Madrid.
Visitaremos lugares a los que hemos
ido antes juntos,
antes de conocerte,
antes de encontrarte.
No estarás sola,
siempre habrá quien te ayude a hacer las mudanzas,
quien te regale manos flores presencias sin pedir nada.
Y allí estaré para amarte,
y aunque no esté,
allí estaré para amarte.
No estarás sola.
No, no estarás sola.
No estarás sola.
Seguramente ya la habré puesto en el blog, en fin, es una de esas canciones-mensaje que tanto me gustan...
Le conocí ayer, apenas tiene 2 semanas de vida... y maulla. Le abandonó la madre nada más nacer, cuando todavía tenía los ojillos cerrados, ahora ya muestra su mirada azul.
Me acabé de enamorar de él cuando, tiritando de frio, se acurrucó entre mis manos y se quedó dormido con el calor de mi piel. Con casi todo el cuerpo sepultado entre mis dedos y su cabeza apoyada contra mi pulgar.
"Supongamos que cada mañana te encuentras 1440 , puedes : regalarlos, divertirte con ellos o quemarlos. Pero los que no uses, al final del día desaparecen. Así funciona la vida, la diferencia es que lo que te encuentras cada mañana no son 1440 , son 1440 minutos. Piensa bien que vas a hacer con ellos."
Sacado del popular anuncio de mercedes.
No se porque estos dias marcados en el calendario (que son como otro dia cualquiera) acarrean la necesidad de hacer recuento de los minutos gastados... y tasar si se han perdido muchos por nuestra culpa. Yo no me quejo, de los más de 11 millones de minutos que he vivido, estoy orgulloso de un buen puñado de ellos.
¿Porqué me siento hoy más joven que hace exactamente un año?
Ahora me está dando por el cine argentino, no en vano, una de mis películas favoritas desde hace mucho tiempo es el hijo de la novia. Ultimamente he visto el aura, el mismo amor la misma lluvia, tiempo de valientes, Kamchatka
En esta última, una familia se ve obligada a dejar su anterior vida y cambiar de residencia y nombre para evitar la represión en 1976. En una de las escenas en la nueva casa, un inmenso caseron a las afueras, los dos niños preparan una especie de rampa con una tabla de madera que medio sumergen en la piscina (que ya es un estanque)con el fin de conceder un lugar de reposo a las ranas y sapos que hay allí viviendo, para evitar que se ahoguen por no poder salir por los altos bordes de la piscina.
El más pequeño pregunta si no sería más fácil sacarlas cuando se queden flotando, a lo que el mayor responde que no puedes estar vigilando siempre pues por la noche tienes que dormir
dada la cruda situación, concluye la conversación con un razonable ellos tienen que aprender a salvarse solos.