Escucho con asombro como aumentan las cifras de muertos en el desastre del maremoto... 30.000, 50.000, 80.000, 120.000... horrible.
Pero no dejan de ser cifras, te entra mal cuerpo, apartas la mirada y piensas si en la vieja Europa estariamos preparados para una catastrofe de tal envergadura. Las lagrimas vienen despues, cuando los reporteros sacan a gente llorando sobre los cadaveres de sus conocidos y familiares.
Cuando un hombre se derrumba ante su suegro al decirle que su hija (la mujer del primero) ha fallecido. El suegro se tambalea ligeramente antes de abrazar a su yerno, que llora desconsoladamente, para intentar apoyarse mutuamente.
La mirada de tristeza (y aqui no hay problemas de idioma) de una mujer que tuvo que elegir a cual de sus dos hijos salvar, las lagrimas de alivio de otra que pudo salvar a los dos y la desoladora imagen de una chiquilla con un cartel en el pecho que indicaba que habia perdido a sus padres y que tenia prioridad de trato en la embajada de su pais.
Maldita empatia que hace que piquen los ojos y tengas que morderte el labio. Las cifras siguen creciendo, pero ya no son simples cifras, ahora son nombres y apellidos...
No Trane, no. Bendita empatia. Que siempre podamos decir que son nombres y apellidos. Compadezco a aquellos para los que solo son cifras
Pero a veces resulta un tanto molesto el tener emocionarse con cada desgracia... si no sucedieran a diario...