El viento mece suavemente las ramas de los arboles, dejando pasar ocasionales rayos de luz que chocan contra un mullido suelo alfombrado con verde hierba y contra un humedo camino. No levantas polvo con tus pisadas. Tu respiración acompasada apenas disturba el ambiente, los pajaros siguen cantando y el agua fluyendo. Un ligera inclinación del camino en tu contra, el corazón se acelera levemente para mantener el ritmo. Relativa tranquilidad.
Oscuros pensamientos se clavan en el pecho. Desasosiego. Elevas el ritmo. La respiración se acelera. Las defensas se cierran en torno a un unico bastión. La tranquilidad bendice el momento con su presencia durante unos minutos más. El ritmo se mantiene, no quieres ceder ni un milimetro. Los musculos empiezan a resentirse.
Nuevo embate. Frio. Oscuridad. Un vertiginoso vortice de pensamientos. Fuego en los musculos. Fuego en los pulmones. Miedo. Velocidad. Sangre a borbotones dejando un reguero de punzantes señales por las venas. Miles de pequeñas batallas se libran. Dolor.
Suelo. Frescor. Sombra. Tranquilidad apoderandose de los musculos. Tranquilidad apoderandose de los pensamientos. Los pajaros cantan de nuevo en las copas de los arboles, mecidos con un suave rumor. Susurros de paz y tranquilidad que te invitan a dormir, a descansar, a olvidar por unos momentos... ya habrá tiempo para la rutina, pero no hoy, no ahora.
Adelante, escribe