Despues de una noche de pub en pub, con sus correspondientes copas en cada uno, una unica imagen que puedo describir por haberse quedado grabada en mi mente:
Tres hojas que reciben un potente foco de luz, iluminando el artificial plastico con que están hechas, un tenue brillo oculto en su verde oscura pintura, intentando imitar la realidad, pero sin la vida de esta. Mientras tanto, una multitud de gente baila al son atronador de una musica que penetra con cada trago, con cada gota de sudor, invadiendo un cuerpo que ahora, despues de unos minutos, sientes ajeno, como si teclease las teclas un tercero.
Tu cuerpo intenta luchar contra el agente externo, pero en tu fuero interno sabes que es mejor dejarlo estar, abandonarse a los brazos de morfeo y no pensar por una noche, dejar que los problemas de un mundo injusto se diluyan en los efluvios de un momento sin censura. No tienes la culpa de que el mundo sea así, te aferras a los principios primarios, a los más urgentes, los secundarios pueden caer una noche, no vas a la deriva, siempre tienes ese faro constante que tu cuerpo, por más que sea incapaz de pensar con claridad, no es capaz de vulnerar. Y no puedo evitar sentirme orgulloso de poder mantener aunque sea esos principios, a pesar de saber que cierra puertas tentadoras.
No hay tentación suficiente que me haga caer, tan absurdo a veces que yo mismo me miro con gesto reprobatorio. Pensando en la estupidez de mis principios más elementales, intocables, anticuados a veces pero suficientes para agarrarme a algo cuando lo demás falla.
Desde un techo de hojas me sigue mirando una a la que un foco de luz ilumina dolorosamente, una unica imagen que perdura minutos despues... una unica imagen que me hace estar seguro. Y todo por una hoja...
Adelante, escribe