El cañon del Duratón

Este fin de semana lo he pasado con los amigos... necesitaba un descanso, pero no de esos de dormir (que he dormido poco) si no de hacer cosas con adultos y para adultos, como me decía la mujer de la casa donde me alojé en Irlanda, "si yo con mi nieta de 15 años estoy cansada de adolescentes, tu con los cincuenta debes desear matarlos a veces"... y aunque se reía mientras lo decía, supongo que debía compadecerme. No es un trabajo tan duro, sólo a veces...

Asi que aparté bastante contento los 250 euros ganados en Irlanda (sobrantes de la remuneración "para mis gastos") y me dispuse a no dejar que nada (ni nadie, ni recuerdos, ni miedos) me amargase.

Lo primero, antes de llegar al hotel rural en Villaseca pensé que debía ser un poco cutre, pero mi primera sorpresa fue al encontrarme este jardincito (luego habría más sorpresas agradables en ese alojamiento rural). Un remanso de verde frescor en mitad de un paraje de tierras castellanas en pleno verano, es decir, grandes extensiones de amarillos y ocres colores.

Y la terraza que despues, durante las noches, iba a escucharnos hablar hasta las tantas con nuestras copas en la mano y mirando las estrellas.

La misma tarde del viernes nos dimos un paseo por el monasterio de San Frutos, en lo alto de una islita de 60 metros de altura, pura piedra, elevada sobre el rio Duraton... curiosa imagen, y montones de preguntas sobre porqué construir un monasterio amurallado en un lugar tan aislado y solo comunicado con un puente de piedra estrecho.

Otra foto en el monasterio que hice sin ninguna intención especial pero que ahora me gusta... pura coincidencia que sea otra cruz (en el post anterior fue una cruz celta y ahora una cristiana, es para pensarmelo).

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Y por no poner solo fotos-postales... aqui estamos 3 de los 6 amigos haciendo el mono sobre una de las rocas (soy el feo de rojo).

Al dia siguiente, con la actividad de la tarde ya preparada, un fuerte desayuno para empezar un largo dia y el cordero encargado en el hotel, nos dedicamos a nadar en la piscina sin más preocupaciones que no quemarnos y ser puntuales para comer... no hizo falta reloj pues estabamos hambrientos y llegamos al pueblo del hotel rural casi volando con los coches. Nos esperaba un suculento cordero y un par de jarras de vino de la zona.

Se acercaba la esperada hora de la actividad, piragüismo en el rio Duraton, impresionante, casi 4 horas remando en un rio con una profundidad entre 6 y 60 metros y entre paredes de 100 metros de altura con buitres volando a unos pocos metros sobre nuestras cabezas. De esto no hay fotos por respeto a la integridad fisica de mi camara, pero el viernes anterior hice varias fotos de la zona desde arriba.

Impresionante, sencillamente impresionante. A pesar del cansancio por la falta de costumbre (que se le va a hacer! En Madrid no suelo remar todos los dias... creo que es la tercera vez en mi vida que remo), era imposible no disfrutar el trayecto, con las historias y leyendas que nos iba contando el monitor de vez en cuando (y lo que costaba llegar hasta él cuando estabas lejos).

Ver el agua casi a tu misma altura, saber que corren millones de litros bajo tu cuerpo, haciendo interminables eses cortando la piedra a base de pura tenacidad. Remar lentamente hasta situarte bajo el amparo de la sombra de un protector arbol mientras un buitre aterrizaba en su nido, en mitad de una escarpada muralla natural, a apenas una docena de metros sobre ti... remar contemplando un imponente edificio construido casi un milenio atrás erguido a medio centenar de metros sobre la misma fresca agua que tocas con las puntas de los dedos. Y es inevitable sentirse bien, pequeño, fragil, pero bien.