Desde hace mucho, mucho, tengo la costumbre de no mirar hacia atrás, de no dar la vuelta para ver que he ido dejando.
Cada foto, cada carta, cada recuerdo es como una punzada en el costado, sumiéndome en una aletargada melancolía. Algo así como quedarse en una tienda de campaña al sol en pleno verano, la sensación al principio es agradable, no hace demasiado calor, te estiras, estás de vacaciones y tienes derecho a disfrutar de 10 minutos más, pero poco a poco, la fresca acción del rocío desaparece, y el sol calienta el tejido. Minuto a minuto crece la incomodidad, un poco más de calor, te agobias al ver que la temperatura aumenta y necesitas salir a respirar un aire menos cargado, y si aún así aguantas, acabas cayendo en un extraño e incomodo sopor que te hace arrepentirte al menos durante las primeras horas.... y lo que empezaba siendo una agradable sensación acaba siendo un rancio episodio de amargura durante un buen rato tras levantarte (hasta que encuentras un café o te das una ducha de agua fresca).
Tengo una caja de cartón que simula un libro, que a su vez contenía un par de libros infantiles... hace tiempo esos libros desaparecieron y la original envoltura se convirtió en mi escondite. Cartas de algunas chicas desde que tenía 14 años (al menos recibía una por semana), cartas de mi primera novia con quien intercambiaba notitas aún viéndonos casi a diario durante dos años y medio, algunas fotos de chicas con las que tuve algún lance amoroso (mi adolescencia fue más interesante de lo que pensaba), algunos regalos importantes... y hace como 6 años que no toco esa caja.
Hay un disco duro externo siempre limpio de polvo, con carpetas plagas de fotos digitales; mi primer año de universidad, algunos viajes, mis andaduras por Irlanda, excursiones de cuando era voluntario con niños... lo trato con mimo, pero solo me dedico a meter fotos, no a mirar las antiguas.
Me veo cada día en el espejo, pero tengo cierto reparo en mirarme en espejos de hace tanto tiempo. No se si temiendo a que la cara de niño refleje en sus ojos a un tipo con un poco menos de pelo, una barba de un par de días, y con gesto de haberse arrepentido de algo. Desde entonces he sufrido unos cuantos palos, he llorado alguna vez, he fracasado en algunos proyectos... sigo luchando, tengo un trabajito (un parche para darme tiempo), vivo bien... pero estoy seguro que, de mirar a esos ojos de hace 8 o 9 años, encontraré reproches; estoy seguro que, de leer esas cartas, sentiré las perdidas como pesadas cargas, y ahora no me siento capaz de llevar nada más a cuestas.
Miedo, puro y duro. El estigma de las estatuas de sal.
Adelante, escribe