"El sol brilla en todas partes, pero algunos no ven más que sus sombras." Arthur Helps
Ya no se si es por instinto de supervivencia, por conveniencia social o por que el ser humano es profundamente estúpido, pero lo cierto es que llevo un par de días dándole vueltas al tema de poner etiquetas a las personas.
No niego que a veces acertamos, pero el peligro reside en que la etiqueta impuesta suele ser para todos los aspectos de la persona en cuestión, y durante mucho tiempo. Dicho de otra forma, por un defecto de una persona, será juzgada en su conjunto y durante mucho más tiempo del que dure el defecto.
Me explico, entre mi casa y la universidad hay un paseo de 5 minutos, cuando iba como estudiante, con horario irregular, no me fije en un grupo de personas en el que ahora, con horario fijo en la oficina, sí me he fijado. Suelen llegar a determinada plaza justo cuando yo pasó por allí, y cuando salgo a la hora de comer, les veo en el mismo lugar, pero ya ni tan sobrios, ni tan conversadores...
Son un grupo de una docena de drogodependientes que revolotean cerca del comedor social y que dan ciertos problemas puntuales en los comercios de alrededor, algún robo ocasional, una pelea.... tampoco mucho como para que la gente se alarme demasido, pero lo suficiente para que sean conocidos.
El viernes caminaba hacia el cajero automático cuando vi a uno de estos gritar a una niña de 10 o 12. Me frené un poco para escuchar para ver que pasaba, por si acaso la estaba atracando o algo. Y como hablaba a voces, tampoco es que hubiera que prestar mucha atención. "Te he dicho mil veces que no te quedes viendo toda la tarde los dibujos animados, que te vas a quedar tonta. Sal con las amigas a la calle un rato por lo menos".
Un vecino de la calle de toda la vida, amigo de mis padres, se paró a mi lado y me comentó lo curioso que le parecía que con los padres que tiene (ambos con antecedentes y con problemas con las drogas), la niña estuviese tan limpia, fuese tan educada y, además, tan responsable.
Resulta que la madre dejó las drogas y la vida en la calle cuando tuvo a la niña, para cuidarla en condiciones, se buscó un trabajo y un piso. No sólo eso, si no que siempre que podía se escapaba con el grupo este para intentar que su novio también se reformase, y ahora él trabaja donde puede, por duro que sea, está desintoxicándose y, aunque para con la misma gente y su apariencia no ha cambiado demasiado, pasa mucho más tiempo con la hija.
Mientras hablaba con el vecino de las vacaciones, apareció un coche de la policía con las luces y se paró a su lado, debe ser que no soy el único que pensó mal. Me pregunto si alguien hubiera llamado a la policía si en lugar del hombre este, al que la etiqueta le pesa mucho y al que intuyo le pesará durante mucho tiempo sin importar lo reformado que esté, hubiera estado una persona normal diciendo lo mismo a la niña.
Lo curioso es que no aprendemos... cuando tenía 16 años me pasó lo mismo por demostrar lo heavy que era e ir de negro con camisetas de grupos, y ahora, cada vez que alguien ve esta foto de abajo, me comenta que no se imaginaba que yo fuese tan violento... da igual explicar que es un juego donde he visto menos violencia que en el fútbol y con muchisimas menos lesiones, que simplemente es un juego al aire libre con mucho nivel físico y táctico que puede llegar a ser espectacular (suelo tener la necesidad de justificarme, como si no supiesen que soy un tipo pacífico, muy crítico con la violencia real), algo que hace las delicias de los frikies y de los estresados...
Con cada etiqueta, por acertada que sea en ciertos aspectos del pasado, o simplemente cuando se basa en puras especulaciones, nos va emborronando completamente. Nadie está a salvo. Seguimos siendo los mismos, pero desde fuera nos ven irrealmente desdibujados. Una pena.
Adelante, escribe