My shadow's the only one that walks beside me
My shallow heart's the only thing that's beating
Sometimes I wish someone out there will find me
'Til then I walk alone
Boulevard Of Broken Dreams - Green Day
(Tiempo de lectura medio estimado: 2 min y 30 seg)
Hace un par de años, con las tiendas de campaña individuales plantadas frente a un edificio a medio hacer (o a medio deshacer), me desperté en mitad de la noche. Se escuchaban los ronquidos de algún compañero que dormía plácidamente, el relinchar de un caballo a lo lejos, el traqueteo de un camión pesado por la carretera cercana y, lo que es peor, un chillidito agudo y el caminar liviano de unas patitas por fuera de mi tienda.
Me desembaracé del saco y medio me incorporé en la tienda, me crujieron todos los músculos por dormir sobre el suelo con la lona de la tienda como único colchón. Fue cuando vi la sombra de la rata recortada contra la tienda, intentando entrar a un lugar más cálido, mi lugar, con ese sonido agudo y desagradable. La tenue luz de la luna casi llena recortaba el hocico alargado y el cuerpo fibroso e inquieto contra la lona lateral. Terminó de despejarme, sufrí un momento de pánico seguido por la firme intención de asustar a la rata tanto como ella me había asustado a mí y que desistiera de intentar hacerme compañía. Me incorporé del todo, sólo acertando a coger la linterna y la toalla que usaba como almohada por si había que echarla sobre la rata en cuestión, abrí la tienda de golpe (y la cerré igual de rápido para evitar dar ideas), me puse las deportivas milagrosamente sin romperme nada, hice un barrido rápido con el foco de luz hasta encontrar un palo, y encaré la linterna contra el lugar donde la rata estaba buscando la forma de entrar.
Y la rata me devolvió la mirada con unos ojos sorprendentemente rojos, antes de ponerse a dos patas, chillar una vez más, y escabullirse hacia unos matorrales cercanos, cuando seguí su movimiento con el haz de luz, una docena de ojos rojos me miraban fijamente entre las hojas. Y me arrepentí de 3 cosas, la primera, de no haberme puesto siquiera unos pantalones, que algo más que unos calzoncillos de algodón me hubiera protegido, la segunda fue el no haber cogido una docena de toallas más (de repente la idea de la toalla me pareció sumamente ridícula) y la tercera cosa de la que me arrepentí fue el buscar pelea, con lo fácil que hubiera sido abrir las puertas de la tienda para que entrasen las amigables ratas a mi cómodo y cálido refugio, y yo hubiera podido dormir entre los matorrales en su lugar. Sin enfrentamientos.
Sentí el ambiente frío, humedo, contra mi cuerpo. El palo de la mano era áspero y notaba una astilla clavándose en la palma de la mano. Me pareció que había mucho silencio, bastante más que unos minutos antes. Como si estuviera bajo los efectos de estimulantes, mi cuerpo bullía, bajo la piel notaba un cosquilleo intenso, y la adrenalina subiéndome por el pecho. Las ratas, lenta, indolentemente, como queriendo decir "nos vamos porque nos apetece, no porque haya un tipo en gayumbos con un palito en la mano", se dieron la vuelta y desaparecieron por los matorrales hacia el campo abierto. Un minuto después, un maullido lejano y furioso me sacó de mi rigidez, caminé hasta la cremallera de mi tienda, me hice con unos pantalones, una sudadera y el mp3, y me senté en una silla bien abrigado para ver los primeros rayos del sol.
No tenía sueño, y mi cuerpo estaba en plena ebullición. Dí al play y me salió la canción de Green Day, Boulevard Of Broken Dreams. Y me sentí un pelín solo allí, con esa canción, y la repetí varias veces, saboreandola. Y me prometí que si algún día sentía la necesidad de escapar, era tan fácil como coger la maleta y evaporarse.
Lástima que no siempre cumpla mis promesas.
Adelante, escribe