Dejó el humeante vaso sobre la mesa, los efluvios del Pu Erh mezclados con la miel hicieron finas volutas de vapor en el seco ambiente. El guerrero se levantó con movimientos fluidos pero lentos, casi como el agua en el remanso de un tranquilo rio.
Una vez en pie desenvainó la espada que llevaba colgada en la cintura, a simple vista un corriente y frío acero... pero lentamente empezó a adquirir un tono rojizo, la rabia contenida del portador se materializaba en su arma, que había pasado a ser parte de su propio cuerpo.
Y ante él, su guerra. Sus batallas, una tras otra le esperaban. Lucharía una a una, sin miedo a la derrota o a la victoria. Cuidandose de no dejarse vencer por la ira que le embargaba ocasionalmente, por el desanimo que podría provocar una derrota o la euforia de una victoria, pues el arma reconocería esos sentimientos y los expresaría dejandole sin energía.
Estaba preparado. Las derrotas le dejarían cicatrices pero no heridas y las victorias le corresponderían sólo a él. Sonrió. Estaba preparado.
Un tipo con suerte este guerrero. ¿Pero que hacer cuando no se esta preparado, pero se debe empuñar la espada y enfrentarte a tus batallas?
¿Que hacer cuando el caos rige tu vida y los demas quieren cambiarlo, pero no tu mismo?
Suerte en los exámenes guerrero
Eternidad: Intentar luchar lo mejor posible... la guerra es dura y nunca pregunta si pilla en un buen momento. Con el tiempo se aprende a tener la espada lista siempre...
brujilla: Como siempre, las pillas al vuelo :).