Te paras bajo el marco de la puerta. Miras más allá entornando los ojos, con el fin de ver algo mientras te acostumbras al cambio de luces. Ninguna puerta te ha impedido el paso, aún así, poca es la luz que se aventura más allá de las paredes de la casa, quizás hogar todavía para alguien.
Sientes el dorado calor en tu espalda. El sol se empeña en traer la primavera, el verde rodea toda la zona en forma de arboles y arbustos. Oyes pajaros que cantan lejanos, probablemente parte de sus propios rituales de seducción.
Sólo tienes que dar un paso más, levantas el pie con cuidado, como si pesara toneladas, adelantas la pierna y... nisiquiera el sol es capaz de protegerte de un rápido escalofrio que te recorre como un latigazo la espalda. Apenas distingues formas en los rincones más oscuros, pero ya puedes apreciar los contornos de los muebles...
Nada ha cambiado, despues de tanto tiempo, sólo la fachada es diferente. La casa parece gritar en silencio con el hueco de la puerta por boca abierta... no te aventuras a buscar los restos de recia mareda que te protegían en su día, pues ahora son inutiles.
Apenas tu pie toca el suelo un ensordecedor silencio empieza a aletear a tu alrededor. Te mareas. Te apoyas en los restos del marco de la puerta y retrocedes. No ves nada pero de nuevo empiezas a oir la bulliciosa vida que te rodea, el sol te acaricia con suavidad.
Te alejas sin apenas echar una mirada por encima del hombro. Los fantasmas revolotean en tu mente, cubriendo tu raciocinio como si de una manta oscura se tratase... intentas sacudirte el temor con ayuda de una calida y fragante corriente de viento.
A veces avanzar un paso es pedir demasiado...
Adelante, escribe