Dicen que si un minuto basta para morir, basta para cambiar. Ayer hizo dos años en los que mi vida dio un pequeño cambio, lo dejaba con mi primera novia, la que me había soportado 29 meses :). No fue un gran cambio, no nos engañemos: seguí viviendo con la misma familia, en la misma casa de siempre; mis estudios se retrasaron un poco, pero nada que no se haya solucionado ya; uno de mis hobbies, parte fundamental de mi ocio, se vio condenado a la inactividad (aunque ahora retomo poco a poco); perdí un apoyo pero no tarde en encontrar otros... y así podría hacer una lista de pequeñas cosas que cambiaron lo suficiente como para hacerme cambiar un poquito a mi.
Ayer lo comentaba con otros dos amigos. Despues de pasar la tarde en un pueblo del norte de Madrid, disfrutando de la tranquilidad de un pantano rodeado de montañas y arboles, acabamos en una cervecería, el humo de los cigarros nos envolvía en finas volutas de suave aroma (no fumo, pero ayer se hizo una excepción por tratarse de tabaco especial y por poder liar nosotros mismos los cigarros... menos dañino :)), cada uno con una cerveza de importación de diferentes partes de europa (más cuerpo, diferentes sabores), disfrutanto el momento de descanso y tranquilidad....
Es uno de esos momentos que suelo calificar de propensos para confesiones, poquita gente, de confianza, comodidad, sabiendote escuchado y apoyado. Nadie que te juzgue. No hay compasión, sólo comprensión. Y lo conté por enesima vez (para ellos la tercera o la cuarta), que hecho de menos tener pareja, que a pesar de ser bastante selectivo a veces me dan ganas de mandar a la mierda "mis principicios" y echarme cualquier novia (que tampoco es facil para mi, feillo y soso que es uno), sólo por tenerla. La conversación fue profundizando al mismo ritmo que se vaciaban nuestras jarras, y conté cosas que nisiquiera he contado aqui, mi propio reducto de libertad... y no me arrepiento.
Adelante, escribe