Repetía una suave letanía como si de un mantra se tratase. Las mismas palabras una y otra vez para infundirse fuerza, para convencerse. Necesitaba evitar la tentación que le corroía como si de ácido se tratase.
Descubrió que su cuerpo en ebullición podía controlarse si era capaz de agotarlo, podía agostar sus frustraciones si dedicaba tiempo a ejercitarse a diario. Así podía vencer a esa oscura fuerza. Y día a día repetía su mantra místico a la vez que se ejercitaba. No tardó mucho en convertirse en la espada más hábil de la región, su escudo el más protector y sus causas las más enardecidas. Pero de igual forma, rápidamente el método dejó de funcionar.
Dejó caer su espada, su escudo y su armadura con un sonoro estrépito. El ácido cada día parecía ganar terreno. Decidió encerrarse en su cueva y meditar, controlar el cuerpo mediante la mente, ser capaz de acallar las oscuras voces con el mero mandato de su pensamiento, y casi lo consiguió, pero las voces gritaban tanto que llegó a enloquecer.
Demente, salió a ocultarse bajo el cielo, dejando que la lluvia le empapase, gritando como un loco su mantra constante. Saltaba y bailaba con la esperanza de sacudirse a su incomodo compañero que le atenazaba el animo y le corroía la voluntad. Pero sólo consiguió resfriarse y caer debilitado.
Su recuperación fue dolorosa, acompañada por la fuerza oscura que parecía ser la única que insuflaba su cuerpo. Vencía a todas las demás para ser la dueña de las palabras que vertía en los oídos del infortunado huésped. A su alrededor veía como las otras sombras poseían sin miedo a otros tantos huéspedes y sintió la tentación de dejarse vencer.
Intentó acallarla mediante palabras, y lo consiguió durantes unos minutos, pero ahora las palabras se acaban, y sólo queda una cosa debajo de los artificios
tentación
me encanta, siempre me encanta cuando escribes asi.
La verdad es que es como mejor me desahogo :).