Un amigo se ha ido a Noruega una semana, él solo, con más valor del que un servidor podría reunir hoy por hoy, ya que lo más lejos que me he ido en esas condiciones ha sido a 200 km de aqui y no más de un par de días. Me ha comentado que se acordaba mucho de mi al ver los paisajes que había por allí.
Otro amigo, hace unos meses, me comentó algo parecido, cerca del pueblo de sus abuelos hay una presa con una central hidroelectrica, todo rodeado de bosques y montañas. "Seguro que aquí podrías escribir durante horas".
Y por último, una amiga muy cercana me comentaba entre lágrimas que había descubierto un sitio perfecto para poder ir los dos a escribir, pero que ya no servía porque su novio lo había estropeado todo (el porqué me lo guardo).
Debe notarseme a la legua que necesito una musa. No porque sin ella me quede sin palabas, si no porque cuando hay alguien a quien ver sonreir leyendo lo que escribo, o con quien hablar sobre tal o cual parrafo... a alguien a quien acudir como un niño que acaba de pintar la mejor mansión del mundo con media docena de rayajos, escribir es algo que me puede abstraer durante horas.
Ahora, sin esa musa presente, al alcance de la mano, escribir se puede convertir en la mayor de las banalidades, un escribir usando tecnica pero no sentimiento, mostrando la presunción de superficialidad constante. Y aunque se que ganaré mejores críticas escribiendo con la tecnica, con las manos, no me gusta, no me siento comodo, prefiero sumirme en esa especie de extasis de palabras y sentimientos... cerrar los ojos y dejarme llevar por la música unica de las palabras, la que construye enormes palacios entrelazando letras y retazos de imagenes descritas, sentimientos ocultos en largas lineas que se encogen en un barullo que son nuestra caligrafía.
El amigo del que hablaba en el primer parrafo sabe que la unica bebida alcoholica que consumo cuando salgo de fiesta es ginebra con tonica, y dicen los expertos que el mejor gintonic es con hielo puro, de los fiordos o de los polos... no bebo para emborracharme (nunca lo he hecho), sino para disfrutar de la copa, y ahora tengo una botella de agua de hielo de los fiordos. Solo me falta una botella de Tanqueray (mejor ginebra 2004 y 2005) y la tónica que más me gusta, Nordic Myst. No he podido evitar acordarme de alguien.
En mi unico proyecto al que puedo dar nombre de libro, que tengo asumido tendré que autopublicarme, hay un capitulo en el que pude hablar con una persona, que como yo, aspira a ser escritor. De familia acomodada no debe preocuparse de otra cosa que de cumplir su sueño. Entré en su estudio, en pleno centro de Madrid, un pequeño apartamento de 50 metros, me ofreció la unica bebida que tenía, whisky escocés Antiquary de 21 años. "Es lo unico que hace despertar a mis musas, compro las botellas en cajas de 6, ahora mismo debo tener medio centenar de ellas en ese armario", ante mi gesto sonrió, "tranquilo, no bebo a diario, nisiquiera semanalmente, simplemente cuando quiero escribir, dos vasos, el primero con hielo, el segundo sin hielo, del tiempo". Me confesó que sentía verdadero placer al escribir (le comprendo), pero que no tenía a nadie por quien hacerlo, "¿por mi? puede ser, pero no busco dinero pues vivo acomodadamente, ¿reconocimiento? no me gusta, de hecho solo he publicado un libro y fue bajo seudonimo, nunca supe los ejemplares que vendí, ¿por quien? ¿a quien le voy a ceder mi mundo? No quiero dejar las puertas abiertas, quiero que alguien llame". Y bebimos los dos, al principio a sorbos, despues a grandes tragos, dos vasos cada uno, el primero con hielo y el segundo sin él.
Y no encontramos nuestras respectivas musas, no allí, pero él escribio el esbozo de un personaje, y yo el capitulo donde relato esta experiencia. Usando tecnica, no sentimiento. Y es que el exotismo no atrae a las musas...