El odio no suele tener cabida en mi persona, aparte de por ser un sentimiento "feo", hago llamadas a razones más lógicas, menos "redondeadas" (menos de cuento de tapa rosa)... el odio es un gran gasto de energía, es innegable que da fuerzas de donde nadie cree poder obtenerlas, pero el problema es que consume rápido los recursos... si no mantienes el odio, te vienes abajo, y debe ser francamente difícil odiar visceralmente algo durante demasiado tiempo.
Hay una historia rusa... Hubo una familia compuesta de una pareja y su hijo pequeño, el padre pegaba al niño y a la madre, borracho cada noche que se le cruzaban los cables les pegaba hasta que sus propias manos quedaban dañadas. Fue infiel y exigente, nada podía apaciguarle si venía enfadado y se gastaba su sueldo en beber, dejando sumida a la familia en la pobreza y obligando a trabajar al chico para poder pagar los gastos básicos de la casa. El chico se hizo mayor y se escapó de casa con 18 años... seguía hablando con su madre, por carta y teléfono, cada semana, seguía su camino incansable, prosperando todo lo que podía. A los 23 años se le murió la persona más cercana, su propia madre, y en el entierro vio a su padre, ninguno derramó lágrimas y ninguno se saludó... culpándose mutuamente de la muerte de la mujer.
Al contrario de lo que pensaban sus allegados, no se hundió en una depresión, al contrario, redoblaba sus esfuerzos para llegar más alto, más lejos, más seguro. Cuando tenía 27 años y todo el futuro por delante, su padre también murió. Y está vez lloró amargamente, hundido sin remedio y allí acabo su carrera meteórica. El amor de su madre le hizo crecer, el odio que profesaba a su padre le mantuvo vivo.
Lejos de ser (aunque en su momento creí serlo, ya es un poco tarde), parafraseando a Fran Reca, "como el mar que se retira despues de borrar tus huellas, soy como el sol que reaparece cuando huyen las estrellas, soy lo que queda de ti... soy de una frase sólo el verbo amar, de un recuerdo solo el olvidar", no puedo negar que a veces esa incadescente chispa de fuerza desatada, pugnando por salir a borbotones... tiznada de rabia y frustración... me invade.
La verdad es que los destinatarios deberían sentirse muy especiales, apenas hay un puñado de personas a las que de verdad odio, pero se lo han ganado a pulso, han sabido hacer suficiente daño como para que no me importe que les sea devuelto en su totalidad.
Adelante, escribe