Libertad

Recuerdo una de las noches en Irlanda, uno de esos raros momentos en los que el sol ha calentado durante el dia y queda una noche veraniega (para ellos, para nosotros vagamente primaveral). El hijo (31 años) y la nieta (17 años) de la familia que me acoge me invitan a sentarme con ellos en la terraza trasera de la casa.

Media docena de velas sobre la mesa y una docena de antorchas clavadas en circulo a nuestro alrededor dan suficiente luz para que nos veamos las caras y hablemos. La musica irlandesa suena por unos pequeños altavoces, una voz cascada canta viejas leyendas celtas y cuenta dolores irlandeses.

Las cervezas frias corren, el humo del tabaco apenas se ve en el intimo ambiente. No se escuchan coches, ni voces, ni fantasmas clamando su porción de atención. La tranquilidad me invade.

Pero a la mañana siguiente descubrí que nada había cambiado, las calles seguían igual de frias... los desconocidos igual de cordialmente impersonales... los jardines igual de delimitados, incluso las plantas viven en su propia prisión... el viento ondulaba mi chaqueta abierta, me alborataba el pelo, me daba sensación de libertad rodeado de carceles de cristal donde algunos sueños agonizan bajo la capa del desconocimiento.

Y hoy me he acordado mientras preparaba la comida (esparragos blancos cocidos, sobre lechuga verde y roja y cubiertos con salmon ahumado... y de segundo entrecot a la plancha con un toque de pimienta... mi hermano y yo estamos solos y nos damos algunos caprichos). He estado pensando en como obviamos nuestros propios sueños, y los ahogamos con las ambiciones que nos imponen.

Y he disfrutado del pequeño ritual de hacer la comida, eligiendo lo que me apetecía, siendo un poco más libre; he recordado el pequeño placer de estar sentado a la luz de la luna y unas pocas de antorchas bebiendo cerveza fria y hablando de paises lejanos... soñando con ser algun dia lo suficientemente libre como para pisarlos.