"En la lucha contra la realidad, el hombre tiene solo un arma: la imaginación." Teófilo Gautier
(Tiempo medio de léctura estimado: 2 min y 40 seg)
Llevo exactamente una semana sin escribir en el blog. La verdad es que mis semanas ultimamente son un ctrl+c y ctrl+v unas de otras (para quien no haya entendido la analogía muy frikie, es que me parecen todas iguales) y no saco nada interesante sobre lo que escribir en 10 minutos. Y soy así de tarugo, que teniendo 3 o 4 artículos más elaborados y preparaditos, lo voy dejando pasar hasta encontrar la imagen que quiero... algo me dice que este post va a ser denso y extraño...
El caso es que anoche (del sábado al domingo), a parte de una agradable novedad, tuve otro momento de flash, como los que no tengo desde hace años. Iba andando por la calle Alcalá, con la intención de coger un taxi, ya que me había quedado sin metro a esas horas y no controlo demasiado los autobuses nocturnos, pero necesitaba un poco de aire fresco para pensar un ratejo y decidí darme una vuelta hasta la parada que hay en Atocha.
Una de las cosas que más sorprenden a los que pisan Madrid es que siempre hay gente por las calles. Y ayer no era excepción, estaba todo hasta arriba de gente, lo que da oportunidad de echar un vistazo a tu alrededor. Hace años que no escribo sobre lo que veo en el metro, o en el tren, o por las calles... hace un par de años que no puedo perderme por la ciudad vagabundeando; ahora siempre hay algo que hacer, un lugar al que ir, una hora marcada, el móvil sonando. Así, hablando en plata, vaya mierda... vamos perdiendo los buenos hábitos para tomar otros basados en la productividad, en hacer cosas, en no parar.
Me fijé en una chica, de unos 20 años, muy mona ella, muy arregladita, maquillada, muy seria y que cuando nos cruzamos me miró con ojos ligeramente enrojecidos... acompañada por cuatro chicos, más jovenes, con ropa deportiva que reían a carcajadas, y que sólo se dirigieron a ella en el lapso de tiempo que los tuve a la vista para hacer algún comentario que les hacía estallar en risas (a todos menos a ella). Por otro lado, un tipo ya mayor, con cara de satisfacción, se comía una hamburguesa de MacDonals mientras una mujer, supongo que su pareja, tambien mayor, le echaba la bronca a voces por comer comida basura. Intuyo que al tipo le estaba mereciendo la pena los berridos por la cara de felicidad en cada mordisco. Una fila enorme de gente para entrar en una famosa discoteca, algunos nerviosos, seguramente menores que no tenían todas consigo para poder entrar. Dos tipos pegandose en las sombras de la cuesta de Moyano. Un coche de la policía local haciendo un control de alcoholemia a un hombre que apenas era capaz de bajar la ventanilla... más allá del cotilleo, deporte tan nacional, me gusta imaginarme la posible vida de cada uno de los implicados, y como el destino, el azar o sea el que sea el método, va entretejiendo hilos... si una vida es infinitamente compleja (por aburrida que nos parezca, no deja de ser un tesoro para el que la vive porque sólo tiene esa), ¿hasta que punto es posible desentrañar la madeja de hilos que formamos todos? ¿Se podría construir el mundo que nos rodea desde cero sabiendo donde va cada hilo?
¿O tendríamos una imagen pálida con tan sólo algunas cosas dibujadas?
¿Cuantas de las personas con las que me crucé se sentirían solas? ¿Cuantas vendrían de, o irían a, estar con alguien importante? ¿Cuantas me mirarían e intentarían adivinar en que estaba pensando y de donde viene mi hilo? ¿Cuantas, de conocerme, me odiarían, o cuantas quedarían enredadas con mi propio hilo? Queda fuera de nuestro alcance, y lo único que nos podemos hacer es ir mirando caras e imaginar.
Adelante, escribe