"Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte." François de la Rochefoucauld
(tiempo de lectura medio estimado: 50 seg)
Ayer me quité una carga de encima. No puedo desmantelar mi burbuja todavía, ya que aún hay asuntos pendientes, pero ha tocado abrir las puertas de par en par y dejar que entre un poco de aire fresco, dejarme inundar por los instintos y liberarme de la encorsetada armadura.
En el camino de vuelta a casa, en el metro, me dejé enamorar un poquito media docena de veces, disfrutando de una sonrisa robada y un guiño dedicado. Alimentando sentimientos que he intentado adormecer estos días. Más tarde, entre amigos, giros etílicos y gula en estado puro, surgieron las risas y se abrieron las puertas a la nostalgia bajo el oscuro manto de la noche, que es donde mejor se mueven los viejos recuerdos.
Y hoy, después de abrazar a Morfeo durante horas, he ido a correr hasta el agotamiento. Sentir cada musculo al límite, ardiendo bajo la piel. El aire quemando los pulmones. Golpear el suelo en cada zancada, con rabia contenida, desentumeciendo cada fibra de mi cuerpo. Salvaje. Como un lobo hambriento que huele a la presa cercana, olvidándose de las ramas de los arboles, de las raíces, de las espinas de las rosas, de los otros cazadores...
No hay derrota posible, no existe el miedo agarrando el pecho, no se concibe el fracaso. Hoy, al menos, no está permitido.
Adelante, escribe