"Leemos mal el mundo, y decimos luego que nos engaña." Tagore
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Dos días seguidos publicando... parece que me he empeñado en aburrir a la gente. Pero hoy realmente necesitaba venir aquí a gritar un rato contra el viento.
Hasta ayer disfrutaba de la serena tranquilidad de no tener miedo ni al dolor, ni al fracaso, ni a vivir una existencia sin la necesidad de un sentido específico, ni siquiera a la muerte, que es lo más definitivo de todo. Cuando uno pierde el miedo a morir, sea la razón por la que sea, todos los demás miedos se relativizan muchísimo. De hecho, en un momento de frikismo absoluto, me sentía como el caballero que sostiene el escudo frente a la llamarada del dragón, estoico y decidido, y que toma impulso para asestar un espadazo al primer reptil que acerque demasiado la cabeza. Sin que importe nada más.
Pero me di cuenta, de golpe, de una cosa. Vuelvo a tener miedo. No como hace tiempo, que era todo tormentoso y visceral... es más bien como una pequeña llamita, tenue, oscilante... y que sólo he podido ver cuando ha anochecido un poco. No recordaba lo que era esta sensación... de vez en cuando hablo de miedo en mis posts, pero no ha sido hasta ahora que lo he vuelto a paladear de verdad tras años de aletargamiento. Es... diferente, curioso.
Ahora me siento como el caballero que sostiene un escudo... y le tiembla el brazo. Y la espada le pesa más y más, hasta el punto de tener que dejarla caer. No hay dragones al otro lado del escudo, dragones peligrosos con los que me siento cómodo, si no un ser más pequeño y ligero, que mira con curiosidad esta repentina debilidad. Ojala al menos sienta curiosidad. Sería todo un puntazo.
Adelante, escribe