"El miedo sólo sirve para perderlo todo." Manuel Belgrano
(tiempo de lectura medio estimado: 1 min y 20 segs)
He dado un último trago al café del vaso de papel para llevar y he disfrutado un momento del sabor amargo sin azúcar. El tren que tenía que coger estaba entrando en la estación entre chirridos y bufidos. Soy como un niño pequeño y me hacen especial ilusión los que tienen dos plantas, desde la de arriba se ve todo mejor.
En la parte de arriba sólo había otros dos pasajeros, en uno de los extremos un tipo enorme (y para que yo diga eso, es que de verdad era enorme), con el pelo largo, barba descuidada y tatuajes asomando por el cuello de la camiseta y por las mangas, iba con unos vaqueros raídos y una cazadora de cuero desgastada. En el otro extremo, por donde he entrado yo, otro tipo sentado, medio borracho, muy ajado, con la piel arrugada y el pelo blanco, oliendo a vino rancio y con ropa sucia. He pasado junto a él y me he acomodado en mitad del vagón.
En la siguiente estación ha subido una chica de unos 30 años, pequeña, delgadita, con media melena, muy oscura, enmarcando su cara de piel clara. Llevaba unos vaqueros blancos y una camisa negra con un par de botones desabrochados (me ha sorprendido porque he pensado que tendría que estar helada sólo con eso). Ha pasado medio corriendo delante del tipo de los tatuajes. Se ha parado junto a mi fila de asientos, ha echado un vistazo al otro extremo. Me ha mirado. Se ha sentado justo a mi lado. Me ha sonreído y ha dicho algo.
Me he quitado los auriculares para escucharla.
Preguntaba sobre la estación donde me bajaba, para bajarse conmigo y hacer el cambio de vagón. No le inspiraban mucha confianza los otros dos viajeros y tampoco se atrevía a cambiar de vagón ella sola por si resultaba raro. Parecía apurada, nerviosa, así que he bromeado con mi miedo atroz a los payasos para tranquilizarla. Al ver el vaivén de trenes cercano a Chamartín he comentado que no sería mala opción coger un tren a cualquier parte y empezar otro lugar, reseteando problemas y miedos, de cero. Me ha mirado muy seria y me ha preguntado "¿y qué harías si no tuvieras miedo?".
Y que respondiste?
muuua
pd. me debes un email! ;p
Te debo un email, lo se y me siento culpable (a ratos), jajajaja.
No respondí, y sigo sin saber que responder... con las dos personas que tengo que ser valiente ahora mismo creo que ya lo he sido y he dicho y hecho cuanto podía.
Sobre mi mismo, uhms... a lo mejor sí cogería uno de esos trenes...
un abrazo!