Sus botas resonaban en la vacía calle, caminaba con paso firme aunque lento, acompasado con el ritmo de su respiración. Aquel pueblo que lo había criado, ahora permanecía en silencio. Pasó delante de aquella fuente de la que tantas veces había bebido y que tanto significaba para él. No pudo evitar pensar con repugnancia en que Otros habían bebido de aquella mágica fuente sin otro motivo que el ver el agua correr. Comprobó que el otrora puro y cristalino líquido elemento, ahora salía turbio.
Los jardines que había mimado y dode había dormido durante largas noches, ahora eran yermos campos arrasados. Aquellos huertos donde había trabajado tanto, ahora yacían cubiertos de hierbajos y plantas silvestres de rudo aspecto. Los edificios en los que jugaba y que imaginaba suyos para siempre, luminosos y coloridos, ahora lloraban en un gris silencio, medio derruidos y sin vida.
Sollozaba recordando los mejores tiempos de aquel pueblo, ahora triste y gris ciudad. No podía evitar sentirse culpable mientras se repetía una y otra vez que podría haberlo evitado. Mientras tanto, todo permanecía en silecio.
Adelante, escribe