Desierto

Hablando de secos paramos...

Está bien ser capaz de aguantar los dias sin lluvia, sin ese refrescante chispeo de pequeñas gotas de vida. Sobrevivir con el escaso rocio de la mañana, trás pasar largas noches frias. Es bastante pragmático.

Cientos como tu crecen a tu alrededor, pero cubiertos de espinas, cactus sudorosos de pesar que saben que aguantan donde otros no pueden, solos, sin más compañía que otros seres a los que no pueden tocar, con los que comunicarte, pues plantados en el suelo cada centimetro es una distancia insalvable. Con las uñas creciendo en la arena y la espalda sufriendo con la carga del sol.

Y las noches se hacen más frias y los dias más largos y clavado en el suelo aguantas tormentas de viento y arena, capaces de soterrar ciudades enteras, sin pestañear, sin moverte siquiera un poquito.

Unas huellas se alejan de ti, incapaz de seguirlas pues van demasiado rapido, tus movimientos duran años, cada paso es una eternidad que se hace distancia. Si no te esperan, estás condenado a moverte sin rumbo. Si no desafian al destino y prueban si se convierten en estatuas de sal, perderás su mirada.

Hay mensajes que eres incapaz de hacer llegar, da igual que te cuesten un susurro, una lágrima, unas gota de sudor o un profundo corte de donde mana rosado jugo. Sólo el viento entiende tus palabras, solo la arena se para a escucharlas... y deseas que ese mensaje, esas mal hilvanadas palabras, llegue a la persona adecuada, que vuelva a caminar sus pasos hacia atrás. Acostumbrado a sobrevivir donde la mayoría de arboles se marchitan, condenado a mandar mensajes cuyos significados se pierden en el entresijo de intereses del complejo ser humano...