No es la primera vez que cierto instinto me mete en un problema.
Paseaba con una amiga por el Retiro, uno de mis lugares favoritos en Madrid, en un descanso de mis obligaciones estudiantiles y hablando de nuestras vidas que no se cruzan desde hace varios meses. Dia medio lluvioso y fresco, lo justo para que apenas haya gente.
Estabamos caminando por uno de los multiples caminos llenos de arbustos y arboles cuando veo que alguien camina cerca nuestra. No le doy mucha importancia. Al poco veo que se acerca demasiado, apenas me da tiempo a girarme y sacarle de un golpe la mano del bolso de mi amiga... sale corriendo... y yo detrás (sin saber si había robado algo o no).
Cuando llevamos no más de 20 o 30 metros corriendo veo que no tiene nada en la mano y que por tanto no ha podido robar nada. Pero no me paro, no se porqué, supongo que por la rabia que siempre me han dado estas cosas. No debe tener más de 17 o 18 años, tez aceitunada, probablemente marroquí, aunque no hubiera podido decirlo con certeza, ni corpulento ni alto. Aprovechando que mis piernas son más largas he ido dandole alcance poco a poco, normalmente el esfuerzo hubiera sido demasiado para mi cuerpo, que está perdiendo forma, pero la rabia me inundaba y nada me hacía pensar que era mejor no correr para no encontrar sorpresas desagradables, cuando más lo necesitas, esa molesta voz que te martillea en eternas noches se calla.
Cuando apenas nos separan unos metros, veo que otra figura sale más adelante, nos mira y corre hacia nosotros, el delincuente duda, no sabe por donde meterse, finalmente intenta hacer un quiebro que hace que el otro hombre que venía de frente y yo mismo le atrapemos en un lio de brazos. Le cojo por la muñeca, se la llevo por detrás de la espalda y siento una necesidad imperiosa de darle un rodillazo en las corvas para que cayera al suelo, me controlo sacando fuerzas para aplacar la ira (no es justo que pague con uno solo la impotencia que me han hecho sentir muchos de ellos, cuando en otras ocasiones no me he metido en medio por cobardía).
Ese hombre me comenta jadeante que el mocoso ese le había quitado el telefono movil pero que su mujer ya había llamado a la policía. Llega mi amiga (todo ha sido en una recta y no nos ha perdido de vista) y poco despues la mujer del hombre ese. Como parece que la policia tardaba en venir, obligo al chaval a sentarse en un banco para tenerle bien vigilado, en un principio parece que no me cuesta mucho pues le saco casi una cabeza y le gano en corpulencia, pero intenta meterse la mano en el bolsillo, lo que me obliga a darle un golpe (más bien un empujon) en el hombro que casi lo tira al suelo (la última vez que me hicieron eso fue para sacar una navaja, soy un tanto rencoroso y ya no me fio). El hombre, más "calmado" despues del esfuerzo, empieza a gritarle y por un momento pensaba que iba a pegar al ladrón... justo entonces llega la policia.
Había robado el movil de ese hombre, dos carteras con documentacion (de britanicos, por lo que comenta uno de los policias) y algo de dinero y nada más. En total menos de 300 euros, insuficiente siquiera para denunciarle como delincuente, incluso llevando la navaja ya que no llegó a amenazarnos con ella (casi...). Los policias le piden documentación que dice no llevar encima, se queja con un fuerte acento arabe, murmura algo de que le hemos pegado (¿?). El hombre al que habían robado el telefono vuelve a estallar en ira y tiene que intervenir uno de los policias para que no le pegue de verdad. Finalmente se lo llevan a comisaria, se va riendo.
Cuando la rabia desaparece y la adrenalina se disipa, piensas en porque has corrido, porque no le has dejado marchar sin más cuando sabías que no te había robado nada. Se que la violencia no arregla nada, pero he sentido instantes en los que por poco vence la ira y la rabia al raciocinio... no dejamos de ser animales en la teoría de Darwin, aunque me alegra pensar que todavía podemos controlarnos de vez en cuando.
recuerdas aquel mes en que me robaron tres veces seguidas? me abrieron el coche, al poco me rompieron la luna de este, y estando en un semaforo, tambien en el coche, un enano abrio la puerta del acompañante y se llevo mi bolso, todo eso en menos de un mes)al ultimo, casi lo pillo corriendo tras el, y aun me alegro de no haberlo hecho, porque te juro que si lo pillo, ese paga lo de los dos anteriores. Era tal la rabia que sentia que si llego a alcanzarlo le doy la paliza de su vida. Cuando volvi al coche, recuerdo que llore como una niña pequeña, ya no por el bolso, si no por la inseguridad que me creo que me robasen tres veces tan seguidas. Me sentia vulnerable, indefensa y eso hace que como un animal, te revuelvas y saques todo lo que llevas dentro sin miedo a perder nada.
Fueron perdidas materiales, pero la inseguridad que me hicieron sentir fue brutal, tanto que si lo llego a alcanzar no se que le habria hecho, era la rabia y la impotencia las que corrian tras de el, ni yo misma me reconocia en ese estado. Imagino que eso te debio pasar a ti, por eso no podias parar de correr.
Que mal asunto,la verdad es que sí, a veces no dejamos de ser animales.Por mucho que nos controlemos y aparentemos ser más racionales.
Al final el control es lo único que nos diferencia.
Un saludo!
Jen
bamby: Pues debió ser algo parecido, sí. siempre he defendido que para vivir en libertad, es necesario tener seguridad, pues no hay peor lacra para sentirse libre que el tener miedo. Supongo que surgen los instintos de proteccion y supervivencia, no?.
Un abrazo
Jen: Lo malo es que el control a menudo es efimero, o simplemente paramos el reloj de personas, y elegimos ser animales. A menudo, casi nos vemos obligados a ser animales.
Un abrazo!