Y lloverán lágrimas de cristal sobre un océano de fuego
Si algo hay que me cautiva del ser humano es la tremenda volatilidad de sus principios. Hace ya mucho tiempo que enterramos a los instintos para poder convivir en sociedad, y ahora tan solo florecen en contadas primaveras, en ciertos jardines, en determinados momentos, muy pocos, muy raros puede que incluso nunca.
Así que nos quedan unos principios arraigados por el mero hecho de haberlos mamado de pequeños, nada realmente innato en nosotros, y con la misma facilidad que se nos grabaron al principio, pueden ser borrados y sustituidos por otros diferentes. Solo hace falta conocer las palabras adecuadas y el momento preciso para borrar, empezando con un solo manotazo, todo aquello en lo que habíamos creído y defendido hasta ese momento.
No tenemos nada en nosotros que perdure toda una vida. Por un lado parece negativo, porque ya no podemos confiar ciegamente en nadie ni en nada, ni siquiera en nosotros mismos (aunque hay gente que se miente muy bien), pero por otro lado es tremendamente insuflador de alivio, nos hace recordar que aquí estamos de paso, apenas unos segundos en el eterno fluir del tiempo. Todo pasa, nada es eterno, si hoy va mal, mañana puede ir peor, o no ir, o ir mejor, o muchísimo mejor. Si todo va bien y se trunca, solo hay que pensar que de nuevo puede ir bien, en cualquier momento. Y si no, ¿Qué más da? Todo pasa, a ver si encima de tener mala suerte, vamos a sumarle nuevas desventajas con nuestros lloriqueos incesantes (que admito que todos necesitamos llorar de vez en cuando, pero eso, de vez en cuando).
Tampoco hay que tomarse la vida demasiado en serio, sólo tenemos una, al menos por estos lares, sólo es cuestión de asumirlo, que cualquier camino que tomemos, mientras sólo nos ataña a nosotros mismos, será el camino correcto. Al final del juego ya contaremos los pasos, pero que sean los nuestros
para el poco tiempo que tenemos no es cuestión de obsesionarse en copiarse de otros y perder el poder disfrutar del juego, del nuestro, del que lleva nuestros nombres, apellidos, secretos, miedos y placeres.
Cambiar unos pocos principios en definitiva no es malo, pero sólo si esos cambios nos ayudan a evolucionar para mejor.
Me gusta lo que plasmas en el último párrafo es tan cierto ... y el post en general es bastante preciso que comentar más sobre él seria redundar (aunque creo que ya lo hice en el primer párrafo).
Un besito
Ni bueno, ni malo... inevitable, jajaja. Y con saberlo, ya va siendo suficiente como para que luego no haya sorpresas :).
Un besito Minerva