Hay gente que escapa bebiendo, cuando tienen una cuesta arriba y sienten la necesidad de huir beben hasta perder el control, hasta que tapan el problema o lo diluyen. No es mi estilo, una peculiar resistencia al alcohol y la necesidad de saber por donde camino me han hecho siempre rehuir ese método.
Así que tuve que apañarme con otros métodos, el principal de ellos es escribir, siempre está ahí nunca me abandona, nunca he tenido el síndrome de la página en blanco. Con cada problema más o menos serio he vertido miles de palabras, el blog es tan solo una pequeña muestra; mi ordenador y uno de mis armarios están inundados con pequeños relatos, historias, y demás textos que han sido mi via de escape desde que recuerdo tener problemas. Millones de palabras.
Pero hay veces, hay ciertos temas, cuando de verdad atraviesan la piel, la carne y llegan hasta el hueso, que escribir no me ayuda, o no a la velocidad que necesito. Hay un relato que se extendió durante más de 100 páginas y que me proporcionaba un alivio muy lento, demasiado. Y descubrí otra forma.
Ejercicio intenso. Llegar a mi limite.
Obligarme a levantar la cabeza, a salir a correr, a respirar el aire de algún parque a las afueras de la ciudad. Llevar mi cuerpo hasta su extremo, sentir los músculos palpitar debajo de la piel, sentir que mis pulmones y mi corazón trabajan casi al 100%, no es simplemente correr, es CORRER, y mi cuerpo pocas veces me deja hacerlo. Me encanta la sensación poco antes de caer rendido, cuando realmente debes descansar. Por un lado los músculos empiezan a quejarse, notas su cansancio, incluso el dolor, pero por otro lado puedes sentir su necesidad, su avidez por seguir, por dar una zancada más, y otra, por avanzar un metro más, y otro, y otro.
El pecho se hincha con fuerza, el sudor cubre tu cuerpo, ya no corres solo con las piernas, si no que el torso y los brazos también ayudan en el impulso, y la mente se pliega, y notas instintos primitivos aflorando, y sientes libertad, fuerza, y durante unos instantes, unos segundos, alcanzas un extraño climax, ya no hay cansancio, ni miedos, ni problemas, ni dolor, solo la necesidad de correr un momento más, de hacerse un último metro.
Y me imagino que esos segundos son los mismos que disfruta el lobo antes de abatir a una presa especialmente complicada, o el águila cayendo en picado atravesando el cielo y sintiendo el viento hacer vibrar las plumas. Adrenalina pura, el verdadero sabor de la libertad, placer absoluto, fuerza... durante unos segundos.
Hacia ya tiempo q no te leia (hoy me he leido los ultimos meses) y sin lugar a dudas sigues con el don de despertar algo en el interior. sigue asi tio!
Sólo los auténticos valientes encaran la vida con sus cinco sentidos bien despiertos, sin necesidad de dormirlos con químicos que el cuerpo no necesita en realidad (lease alcohol o drogas).
;)
Pues muchas gracias Jesús, intento hacerlo lo mejor posible, y por desgracia eso no es mucho, pero se agradece el aliento que de vez en cuando me dais :).
minerva: No se me ocurriría enfrentarme a una batalla sin estar totalmente despierto... pues a la vida menos! :).