"La gente desea aprender a nadar y al mismo tiempo mantener un pie en tierra." Marcel Proust
(tiempo de lectura estimado: 40 seg)
Estaba encaprichado con un día de lluvia. Y lo tuve. Necesitaba correr y sentir que el mundo caía a mi alrededor, con fuerza, revitalizando el suelo que pisaba. Necesitaba hundirme en barro, el pelo pegado a la cabeza, y las gotas deslizándose por mi cara. Necesitaba que mis palabras quedasen ahogadas por la tormenta, que se diluyesen, y algunas cosas de las que he dicho últimamente quedasen bajo mis pies, alimentando futuras generaciones de briznas de hierba.
Y corrí. Mis pasos me llevaron por calles oscuras y desconocidas, mirando de reojo edificios abandonados, coches desguazados y arboles llorando hojas. El agua golpeaba con fuerza, tanto que casi costaba respirar, empapándome por completo como si supiera de mis intenciones.
Pero nada ha cambiado. Nada de lo que dije se ha borrado. Y aunque casi nada salió como yo esperaba, tengo un cierto regusto a conquista en la boca. A veces hay más de victoria en ciertas derrotas, que en las propias victorias.
Adelante, escribe