Sueño

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"La huella de un sueño no es menos real que la de una pisada." George Duby

(tiempo de lectura medio estimado: 1 min y 30 seg)

Esta noche he tenido un sueño recurrente. Hacía un par de años que no lo soñaba, pero ha vuelto. Y lo curioso es que en la brumosa inestabilidad onírica ya sabía que era un sueño en el que había estado antes (cómo cuando ves los primeros 10 segundos de un episodio de los Simpson y lo recuerdas gracias a sus tropecientas reposiciones).

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En el sueño aparezco en mitad de una ciudad derruida, los escombros y la arena cubren todas las calles. Estoy con una chica, casi siempre con la cara borrosa, pero en mi fuero interno sé quien es. Vamos caminando tranquilamente cuando escuchamos unos crujidos a nuestra espalda. Corremos. La cojo de la mano y la llevo a una especie de recoveco entre hierros retorcidos. Consigo saltar antes que ella, deslizándome entre arena y piedras, las noto en mi espalda arañando y cortando mi piel, justo a tiempo para que ella pueda caer sobre mi sin sufrir ninguna herida. Allí, en silencio, ahogando nuestros jadeos, pegados nuestros cuerpos, nuestras miradas se cruzan, mis manos se deslizan por su espalda hasta la cintura, lo justo para poder rozar su piel, y ella hunde su cabeza en mi cuello. Noto su aliento, cálido, sobre la mía propia. Sus labios van buscando los míos, hasta que me da un fugaz beso que dura unos segundos.

Entonces me incorporo y salgo de nuestro refugio. Sólo unos metros me separan del centro de la calle, y nuestros perseguidores me ven. Son tres. Grandes, a su lado hasta yo me siento como un niño, son una mezcla entre un minotauro, un chimpance y cierto aire a Carmen de Mairena. Un espeso y áspero pelo les cubre el musculoso cuerpo. Corro para alejarlos de mi acompañante. Cuando el agotamiento me puede, me giro y desenfundo una pistola de la que no he sido consciente hasta ahora. Descerrajo una docena de tiros sobre uno de ellos hasta que finalmente cae. Me centro en el siguiente, después del primer tiro la corredera se atasca, tiro con fuerza para que termine de hacer el recorrido, y cuando vuelvo a fijar mi atención, esos seres enormes ya están junto a mi. Uno de ellos, con un orificio todavía humeante en el pecho, me asesta un golpe en la muñeca, escucho el crujido de mis huesos, y el arma cae.

El siguiente golpe va a mi mejilla, intuyo que va a ser el último, pero dará igual porque todavía tengo en mis labios la sensación del último beso. Sonrío expectante.

Y despierto.

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This page contains a single entry by Träne published on 10 de Agosto 2011 11:49 PM.

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