"Cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra." Demóstenes
(tiempo de lectura medio estimado: 1 min y 40 seg)
Mañana voy de nuevo a hacer senderismo y, lo que se está convirtiendo en una costumbre ritual, he bajado a Mercadona a comprar algunas cosillas. Algunos zumos, chocolate, frutos secos... cosas muy calóricas y energéticas. Parece una tontería, pero hace un par de años nos perdimos por culpa de una niebla densa que apenas permitía ver los dedos si extendías el brazo frente a ti, mucho menos ser capaces de seguir las marcas de la ruta. Y yo no soy como Bear Grylls que se come cualquier insecto que se cruce por su camino, así que llevo provisiones sólo por si acaso (vale, acepto que la sierra de Madrid no es la selva amazónica... pero todos los años la Guardia Civil tiene que andar buscando montañeros perdidos).
El caso es que estaba mirando la estantería de chocolates (mmmmmm), y a mi lado una chica se acuclilló para mirar las estanterías más bajas, con la mala suerte de perder el equilibrio y acabar sentada. En un acto reflejo se agarró a mis pantalones multibolsillo, que hace un par de meses con 10 kilos más me quedaban ajustados, pero ahora me sobran un poco de cintura y bajaron casi hasta las rodillas. No es que me de corte, jugando al fútbol me he cambiado de ropa en mitad de un polideportivo lleno de gente y los boxers que suelo llevar no dejan de tener la misma cantidad de tela que un bañador. Pero es que allí compra todo el barrio y no es plan, que luego todo se comenta... apenas fueron 4 o 5 segundos los que tardé en reaccionar, y creo que la única testigo fue la culpable y tenía tanta vergüenza encima que no era capaz de levantar los ojos del suelo.
Dispuesto a salir volando de allí, me puse en una caja para pagar, la señora que había delante se movía nerviosa, ya tenía puesta media compra en la cinta, pero la que estaba pagando tenía problemas con la tarjeta y se retrasaba. La caja de al lado abrió y pidió que pasara la gente en el mismo orden. La susodicha nerviosa señora recogió todo, me apartó de un codazo en las costillas y se peleó con otra por ver quien iba primero en la nueva fila. Todo por ahorrarse 2 minutos. Todavía dolorido, en el orgullo y en las costillas, abandoné rápidamente la tienda. No es plan de retar a la suerte para que siga siendo creativa.
Espero que por estos lares no haya señoras con prisa por pagar...
Adelante, escribe