"La vida no es significado; la vida es deseo." Charles Chaplin
(tiempo de lectura medio: 1 min y 15 seg)
Otro sueño bastante vívido, este para mayores de 18... si todos fueran así, intentaría dormir el doble.
Tus ojos apenas se cruzan con los míos. Los busco desesperado, intentando leerte, cruzar la puerta que me permita saber. No lo consigo, un extraño miedo se apodera de mi pecho. A mi alrededor todo queda a oscuras. No veo tu rostro. No puedo reconocerte. Sólo tengo tu sonrisa. Me aferro a ella como el naufrago al salvavidas que flota en mitad de la inmisericorde tormenta.
Veo tus labios. Noto que ardo. Te acercas. La cordura amenaza con estallar en mil pedazos.
Mi cuerpo vibra, está deseando lanzarse sobre el tuyo, explorarte. Me contengo. Todos los músculos en tensión. Un lobo aúlla iracundo dentro de mi pecho. Tus labios tocan los míos, casi jugando. Sólo un roce. Suficiente para dejarme un leve sabor a carmín. Y a ti. Mi respiración se vuelve más pesada, más intensa. Lucho por no arrancarte la ropa a mordiscos. Mis instintos más animales están enloquecidos. Saltan y se agitan dentro de su jaula. Una de tus manos acaricia mi mejilla, con la otra sigues el contorno de la cicatriz de mi frente. Intento besarte. Te apartas. Es tu juego. Marcas el ritmo. Tus labios se posan en mi cuello. Noto tu respiración, suave, ligera y cálida, sobre mi piel.
Pegas tu cuerpo al mio. Siento tu pecho expandirse y contraerse al ritmo de tu agitada respiración. Casi puedo sentir los latidos de tu corazón sobre el mio desbocado. Mis brazos se tensan aún más, te abrazo. Rodeo tu cintura y tu cadera. Has despertado al cazador. No voy a dejarte escapar. Lo sabes. Sonríes. Deslizo mis manos por debajo de tu camiseta, mis dedos ágiles avanzan por las curvas de tu espalda. Te arqueas. Tus labios quedan al alcance de los mios. Te beso. Me acoges.
Nos quitamos la ropa impacientemente. Apartas tu melena para ofrecerme el cuello. Lo reclamo como mío durante unos instantes. Me muerdes el hombro. Mi lengua se entretiene en el valle de tu pecho. Tus uñas arañan mi espalda. Beso tu ombligo. Tus piernas me rodean. Mis labios juegan con tu piel. Conquistadores ansiosos de reclamar su premio. Enloqueces. Noto tu humedad. Tu calor. El tremor de los tambores de batalla resuena en cada hebra de mi ser. Salvajes. Ansiosos. Nuestros cuerpos se unen. No hay nada más en el mundo. El rugido de nuestros susurros nos envuelve. No hay barreras. No hay más miedos.
Adelante, escribe