"Las estrellas están ahí, solo tienes que mirarlas". Kurt Cobain
"Desear ser otra persona es un desperdicio de la persona que eres". Kurt Cobain
(tiempo de lectura medio estimado: 1 min y 35 seg)
Ayer tuve un mal día. De esos en los que te planteas seriamente meter cuatro cosas en una mochila e irte sin decir adiós. No importa donde. Simplemente lejos. Lejos de todo. A una planta petrolífera en mitad del océano o a una solitaria cabaña en algún bosque perdido del norte de Europa. No hubo nada diferente a otros días, mismo estrés, misma presión, mismas incertidumbres, las mismas conversaciones gritadas contra las pared, nada que no sea asumible... pero simplemente hubo un click, y todo se convirtió en gris plomizo. Y salí de mi confortable burbuja y me vi en mitad de una selva oscura, cubierta de densa niebla. Desnudo, solo. Con la tierra húmeda bajo mis pies, sintiendo decenas de viscosos insectos trepando y moviéndose entre los dedos.
Los miedos, habitualmente volutas de humo, se mezclaron con la perniciosa niebla convirtiéndose en monstruos dispuestos a hundirme en el fango. Los problemas, que suelo tomar como retos para intentar mejorar, cobraron una fuerza tremenda, como una tormenta desatada descargando su energía sin piedad. El mundo, lleno de guerras, especulaciones financieras, dictaduras y cegueras ideológicas que buscan homogeneizar el pensamiento me pareció demasiado hostil, demasiado ajeno. Me di cuenta de estar siendo empujado por una corriente que no me gusta y que me obliga a renunciar a lo que soy para convertirme en uno más.
Tuve que aferrarme a la última carta, la artillería pesada. Algo que me mantiene cuerdo. Una sonrisa. No por ser una sonrisa cómo tal, si no por lo que representa, por lo que hay detrás. A lo largo de mi vida me he cruzado con una serie de chicas, que de momento puedo contar con los dedos de las manos, que desde el principio me han inspirado una cierta tranquilidad por su sonrisa. Reconozco que la mia es a ratos un poco cínica, o incluso irónica, por eso me quedo atrapado cuando encuentro alguna que me parece sincera. Da igual si siente algo por mi, o siquiera si me conoce. Por el mero hecho de existir tengo mucho que agradecerle.
Y entonces todo lo demás da un poco igual. El bosque queda en un tranquilo silencio, ya tengo mi velita en mitad del oceano de oscuridad. La tormenta se apaga. El aire se vuelve más respirable. Me sacudo la escarcha que ha cristalizado sobre la piel antes de mirar a un horizonte que parece un poco menos malo. Salen de nuevo las ganas de pegarme con la vida para lograr lo que de verdad quiero. Para nadar contra la corriente.
La verdad es que en un mundo tan complejo, tan difícil, tan aspero, tan duro... a veces me alegro de ser un tipo tan simple.
Adelante, escribe