"No puedes esconder el humo si encendiste fuego." Proverbio africano
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Anoche tuve otro de esos sueños recurrentes que de vez en cuando se repiten. Se lo he contado a un par de personas y me dicen que más bien parece una pesadilla, pero, salvo un cansancio físico al despertar, la verdad es que extrañamente me reconforta.
El sueño siempre empieza igual... el único sentido que funciona es el olfato, en mitad de una silenciosa oscuridad me llega el aroma de una hoguera. Poco a poco empiezo a ver. Altos arboles me rodean, el verde vivo de las hojas brilla con la luz del sol, y los tonos más oscuros de miles de plantas alfombrando el suelo.
Aspiro profundamente para llenar los pulmones. Entonces el olor se hace más intenso... no es una simple hoguera. Veo que varios arbustos arden. Me bloqueo sin saber que hacer. Finalmente me quito la chaqueta para intentar apagarlos. El cielo se oscurece por el humo y veo altas columnas de fuego rodeándome, trepando por los troncos hasta las ramas más altas. Noto mi piel aumentando de temperatura. El aire es más denso. Soy consciente de los gruñidos de pequeños animales huyendo. Siento varias lágrimas evaporarse en mi mejilla. Distingo cada hoja secándose en las ramas antes de convertirse en ceniza.
Algo se rompe dentro de mi con un aullido. Mi instinto más primario toma el control. Doy la vuelta y empiezo a correr. Me reconforta. Es algo que sí está bajo mi control. Un esfuerzo familiar. El corazón bombea con fuerza. Los músculos responden. Las finas suelas de goma de las deportivas me permiten saber qué queda bajo mis pies. Cada inclinación del terreno. Cada curvatura de los troncos caídos sobre los que paso. Doy zancadas. Salto. Esquivo ramas bajas. Casi lo disfruto. Casi olvido que estoy huyendo hasta que me encuentro una pared de fuego delante mía. No puedo frenar. Tomo impulso y salto hacia un lateral. Ruedo en el suelo. Me clavo algunas ramitas en la espalda y los hombros. Da igual. Sigo corriendo.
Cada vez que parece que estoy a punto de encontrar una salida, el fuego me corta el paso. Deshidratada la piel se pega a los músculos. Brilla con un tono cobrizo por culpa de las cenizas y la sangre de algún corte. Pero no tengo miedo. Este instinto lobuno siempre sabe que hacer. Siempre hay otro camino. Siempre lo encuentra. Y sigo corriendo. De vez en cuando siente frustración. Mascullo alguna maldición. Agita la cabeza. Y corro en otra dirección. Siempre llego tarde, pero tengo la sensación de que en algún lugar entre las enmarañadas ramas y el violento fuego, hay un camino...
wow...