"Más allá de la desesperación hay algo que tal vez no es exactamente resignación" Jean Rostand
La primera pregunta que me venía a la cabeza al leer cada artículo, entrar en cada foro, leer cada libro y ver cada documental era ¿por qué? Nadie lucha por algo porque sí, algo tiene que haber para que le impulse a tomarse la molestia de tener en cuenta esto. Algo parecido a lo que le pasó a determinado actor relacionado con los delfines (que merece todo un post a parte), que cambió toda su vida de lujo ganada gracias a Flipper por una lucha incesante por los derechos de estos inteligentes animales.
En este caso, puede ser porque tienes un hijo y luchar contra posibles futuros abusadores sea la forma de establecer un entorno más seguro. Puede ser por haber sido victima de abusos y no querer que otros pasen por lo mismo. Puede que le haya pasado a alguien cercano y quiera evitar más sufrimiento.
Antes de sentarme aquí a escribir, hace 5 páginas, me hice la misma pregunta, ¿por qué? Todos, absolutamente todos, ignoramos conscientemente problemas muy serios a diario, podremos dedicarle un par de minutos, pero no damos ningún paso más. ¿por qué no dejarlo correr? ¿por qué indagar en algo tan profundamente incomodo? ¿por qué emplear horas y horas en buscar, en leer, en escuchar?
Personalmente he tenido una infancia normal para un occidental medio, con mis juguetes, mis clases en el colegio, mi adolescencia revoltosa de enamoramientos y desenamoramientos. No era el más popular de clase, pero tenía mis amigos, mis hobbies... un entorno seguro y estable.
He trabajado de monitor voluntario durante 2 años en un grupo de tiempo libre, y he sido monitor durante 4 veranos en Irlanda en cursos intensivos. No era el monitor favorito, seguramente tenga fama de ser un poco gruñón y más apegado a trabajar porque todo saliera bien, se cumplieran las normas, que por divertir a los chavales. Pero si veía a alguien sentado solo o sola, me acercaba a charlar para ver si todo iba bien, escuchaba todas las quejas, me quitaba horas de sueño para intentar solucionar los problemas cotidianos (que si un resfriado, que si la familia no me pone agua en el lunch, que si fulanito no quiere que juegue al fútbol con ellos...). A veces prefería estar tomando unas cervezas con los otros monitores, o durmiendo en el autobus tras una noche de fiesta con los adultos del grupo, pero si alguno de los/las menores quería hablar, o se mareaba, o simplemente necesitaba algún tipo de supervisión, podía llamarme o darme un codazo en el autobús para despertarme. No sobreprotegerles, pero al menos que supieran que podían contar conmigo.
Recuerdo en mi infancia la figura de otros monitores que me ayudaron cuando era un crío en mi primer año en campamentos y era incapaz de comer. O la monitora que me dio conversación durante 2 horas de viaje cuando me peleé con mi mejor amigo. Ya que a ellos es imposible que les devuelva el favor, ¿por qué no seguir con su estela de ayudar a otros? Una especie de justicia poética, o ajuste de karma.
El primer punto de inflexión fue hace unos meses, viendo el documental "Niñas de hojalata", intuía que en otros países tienen menos suerte que nosotros en este aspecto, pero no sabía que la vida de una niña o adolescente podría llegar a ser tan dura en un país, la India, que hoy día forma a brillantes ingenieros que compiten directamente con nosotros. El trabajo de una asociación, dirigida por un ex militar, por ayudarlas a salir de ese pozo era como una velita en mitad de una tempestad. Le admiré profundamente porque, literalmente, se jugaba la vida ("el miedo es sólo miedo"). Existe un problema serio.
El segundo punto fue leer la noticia de que en Yemen un hombre de 35 años había mantenido relaciones con una chica de 12 o 13 años, en la noche de una boda concertada, hasta matarla. La había atado, violado, golpeado, sodomizado.... y el sufrimiento duró 3 días, hasta que se desangró por los brutales desgarros. No es un caso aislado, es habitual el casar a niñas de 8 a 13 años con hombres desde los 20 hasta los 60. El problema se ceba en un grupo especialmente débil que no puede defenderse.
El tercer punto de inflexión fue, tras investigar un poco sobre este tema en Agosto, ver el éxito de cierta modelo infantil en Japón, que a los 11 años ya posaba en posturas evidentemente provocadoras. Su productora, convencida de haber encontrado la gallina de los huevos de oro, generó decenas de sets que, según dicen gente que vive allí, se pasan un poco de la raya (aunque no lleguen a ser ilegales). Ahora, 3 o 4 años después, es casi una heroína, y sale en un montón de revistas y medios de comunicación. Convirtiendo a una niña en un producto mercantil para gente con problemas psicológicos (que no han cerrado bien su infancia en según que aspectos, que necesitan sentir el poder de la dominación sobre personas todavía inocentes, que son ajenos a cualquier tipo de empatía...). El problema no está tan oculto como podríamos pensar, aunque nos hagamos los ciegos.
Y por último, la historia que da sentido a todo este artículo, el cuarto punto. Leyendo uno de los periódicos más importantes de España encontré una historia sobre una chica de 13 años de México. Decía que a los 10 años empezó a trabajar como modelo de fotografías para usuarios privados, y al poco, para poder comprar vestidos bonitos, vendió su virginidad. Ahora apenas cobra un par de dolares a camioneros a cambio de sexo, siempre a escondidas, huyendo de la policía. Me parece el mejor ejemplo del tema a tratar: lo que fueron unas fotos como modelo infantil en una agencia dudosa (¿para usuarios privados?) finalmente se convirtió en la puerta de una realidad mucho más oscura y triste. Y sucede todos los días. Hoy mismo cientos de chicas asustadas han roto con su infancia a una edad en la que aquí todavía jugamos con coches de plástico o muñecas. ¿No es un problema suficientemente importante como para remover conciencias?
Cuatro sucesos como cuatro hachazos que echaron abajo mi tranquilidad. No olvidemos que por regla general son niñas, sin madurez por definición, y algunas familias bastante necesitadas de dinero, o igual de inconscientes que los hijos/as (mayor edad no conlleva madurez). Son fácilmente engañables de ser necesario y por tanto no podemos decir "que se las apañen ellos".
Cuando uno lee esto lo primero que le viene a la cabeza es desear ser capaz de aparecerse ante los hijos de puta que la empujaron por ese camino, o que simplemente lo consintieron a sabiendas, y arrancarles la vida lentamente. De emprender una particular cruzada sin misericordia, espada en mano. Una vez que la ira, fruto de la impotencia, te abandona, lo que sucede es que se marchita un poquitín el animo.