"Era joven, tenía un trabajo glamuroso, conducía un Porsche, todo era fácil". Ric O'barry
"Stay put"..."call Joe"..."Roger that. On my way"...
Para quien sepa un poquito de Inglés y haya visto películas bélicas en versión original (y diciendo esto me siento horrorosamente frikie) verá que frases como "Roger that" quedan practicamente excluidas de la vida civil, sólo lo usan los militares o ciertos cuerpos de la policía. ¿Qué hace un grupo de personas hablando con términos militares, embutidos en trajes de buceo, escondidos entre matorrales en plena noche, vigilando con cámaras térmicas los movimientos de los guardias? ¿Qué les lleva a vigilar los movimientos de la policía, que a su vez les somete a un riguroso control que han burlado gracias a un operativo en plena noche? ¿Por qué siguen tácticas paramilitares de ocultación, movimiento y comunicación? ¿Quienes son? ¿El Mossad? ¿Algún grupo de asalto?
No. Son un grupo de grabación que quiere hacer un documental sobre la matanza de delfines en Taiji, Japón. ¿Por qué tanto secretismo? La policía les hostiga, con ese estilo oficial japones de sonrisa sempiterna, pero tenaz. Las autoridades municipales les vetan lugares que visitar, y les dejan caer la inseguridad que les supondría. Los pescadores les impiden el paso, les acosan e insultan.
El principal instigador de este documental es Ric O'barry, que se siente culpable por haber protagonizado el auge de los delfines como entretenimiento, y que ha sido arrestado innumerables veces por intentar soltar a delfines en cautividad. El entrenador de Flipper, ese simpático delfín que se hizo famoso hace un par de décadas por protagonizar una serie televisiva. Todo cambió cuando uno de los delfines que hacían de Flipper nadó hasta él, respiró una vez más entre sus brazos, y después dejó de hacerlo.
Las imagenes que quieren evitar que se tomen son del tipo de este fotograma del documental "The cove".
Lo que se ve no es un vertido, ni un extraño tipo de algas... es sangre de delfín, del segundo animal más inteligente del planeta (suponiendo que nosotros somos los primeros). Son autoconscientes, se reconocen en un espejo (un perro o un gato no). Pueden llegar a entender el lenguaje de sordos. Respirar es un esfuerzo voluntario, y por tanto, con simplemente dejar de aplicar ese esfuerzo, pueden suicidarse (con las connotaciones que eso lleva). Y, su principal problema, un ejemplar vivo puede generar un millón de dolares al año en un acuario medio. La inmensa mayoría, que no son seleccionados, son brutalmente sacrificados.
Como tantos otros problemas, pasa desapercibido en nuestro día a día, si acaso algún día ocupan un titular en algún medio, con suerte puede que se le dedique algún editorial, pero la realidad es que siempre pensamos que tenemos problemas más acuciantes. Sabemos que una de cada seis personas del planeta se levanta sin saber si comerá ese día, o que tres de cada seis tiene una dieta suficiente para sobrevivir, y se pueden considerar afortunados, aunque esa dieta sea básica y no puedan elegir. Son títulares de un día o dos. Por supuesto, los gobiernos crean grandes comisiones, nombran responsables, se reúnen en congresos para conferenciar, se intercambian datos, crean alguna herramienta inútil, o procedimientos que, por pura burocracia, son impracticables.
El tema de los delfines y las ballenas tienen la misma estructura. No es que me importen especialmente los delfines, ni que esté en contra del sacrifico animal para consumo humano (como carne y pescado), pero no deja de ser un símbolo de nuestra propia estupidez. El ser humano no necesariamente debe comer animales para sobrevivir, no estrictamente, pero añade un valor extra al hecho de la nutrición, para un 76% de la población, la pesca es su principal fuente de proteínas. Con lo que ya no estoy tan de acuerdo es con matarlos cruelmente para otro motivo que no sea simplemente comer. No entiendo que se mate a los delfines para luego regalar la carne (muy contaminada por cierto), o que los métodos para matarlos sean rudimentarios, alargando su agonía, y provocando imágenes escalofriantes. Puede ser un delfín, o una vaca, o un cerdo... pero si un animal herido está perdiendo sangre durante horas, o días, hasta su muerte, me parece suficientemente malo como para tomar medidas contra el humano que lo haya provocado. Ya que somos los más inteligentes del planeta, tenemos cierta obligación moral.
Por quinta o sexta vez desde que empecé a empaparme del tema he escuchado la misma reflexión, en este documental aparece durante un fragmento del 59º Congreso de la CBI (o IWC, por sus siglas en inglés): "En pocos años tal vez echaremos la vista atrás y nos preguntaremos porqué [...]. Que no se diga después que ustedes no lo sabían. Lo saben.". Hablan de la carne contaminada de las ballenas (y otros cetaceos), de la evidencia de que es así porque vertemos productos tóxicos al océano, y como en Japón se reparte en colegios, donde es obligatorio comer todo lo que haya en el plato, para mantener la industria pesquera. La reflexión que veo es, si estamos haciendo las cosas mal, y lo sabemos, ¿no nos arrepentiremos en el futuro? ¿no sería mejor actuar ahora? ¿Cómo vamos a soportar mirarnos al espejo cada mañana? La denuncia no viene de un occidental aburrido, vino de dos concejales de Taiji cuyos hijos van al colegio, y que no quieren que su prole se envenene (pruebas a posteriori confirmaron la contaminación alimenticia).
El mayor acto de estupidez es sin duda acusar al dedo e ignorar la llaga. Y así lo hizo el representante de Japón en dicho congreso:
"Esto no es un simple intento de incriminar a las ballenas como las malas de la película. Sin embargo, no podemos ignorar que la pesca ha disminuido."
Dentro de una compleja presentación de gráficos e imágenes, apoyados por teorías científicas hechas a medida donde se demuestra el descenso gradual del nivel de capturas, que los japoneses achacan a que haya ballenas. Lo que me indica 3 cosas: 1) Las estadísticas no mienten, pero los mentirosos hacen estadísticas, 2) La ciencia, como la religión, no deja de ser un invento humano que hereda todos los problemas propios del ser humano y 3, ¡esa es la mentalidad que nos llevará a la extinción! "La culpa es siempre de otros", "el ser humano no tiene nada que ver". Y mientras tanto, pescamos indiscriminadamente pensando que el océano es infinito, pero ya en 2006 la revista Science auguraba un colapso total del sistema pesquero en 40 años (y es de los más optimistas, he leído informes que apenas dan una década más).
Hasta tal punto es un absurdo, que en una congreso de este estilo con tan poca utilidad (burocracia, compra de votos...), surgieron voces desde los representantes de Australia y Brasil para responder a Japón: "Es difícil tomarse esta presentación en serio".
El porqué he incluido este post en esta serie de artículos es para demostrar un claro ejemplo de qué le pasa al ser humano. Para mi este caso no supone nada en especial para implicarme, pero me ha parecido el símbolo perfecto de como el ser humano cree que sus acciones no tienen repercusión en el entorno o que los recursos son infinitos y a nuestra disposición. El broche perfecto es la reflexión final en el documental, de mano de Ric O'barry:
"tengo que ver el final de esto durante mi vida. Ahora mismo estoy concentrado en esa pequeña masa de agua donde tiene lugar la matanza. Si no podemos detener eso, si no podemos arreglar eso, olvídense de problemas más grandes"