"Y le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legión, porque somos muchos." Marcos, 9:5
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Si el mundo fuera un pelin más justo, no me daría vergüenza escribir esto, pero tengo que hacerlo antes de que me coma por dentro.
Hace un mes sentí un cierto orgullo mal disimulado por ver como muchos internautas se movilizaron por la ley Sinde. Con el lema por bandera de "Somos legión" se echaron abajo páginas webs de partidos políticos, más allá de la polémica ley (y su más polémica forma de ponerla en marcha), para mi fue un "eh, qué estamos vivos".
Más adelante soltaré otro coñazo sobre si la ley Sinde es justa o no, o qué... pero de momento me quedo con que en España nos movilizamos si nos quieren quitar el ocio gratis. En Inglaterra porque les suben las tarifas universitarias, en Francia por que les han puesto dos años más a la edad de jubilación, en Grecia por los recortes de algunos puntos porcentuales de sueldo... de forma tibia, nos dejamos llevar por las masas enfervorecidas, quemamos unos coches, tiramos cuatro piedras, gritamos hasta quedarnos roncos, y en cuanto aparecen los antidisturbios y reparten algunos palos, cerramos el chiringuito y a casa a dormir. Después de que Wikileaks supusiera la promesa de un cambio radical en la sociedad, ¿quién sigue mirando sus cables? ¿quién sigue consumiendo información ávidamente dos o tres semanas más tarde?
Hace unos días, en Túnez saltó una chispa que ha encendido la revolución árabe. Los precios de los alimentos se han duplicado por pura especulación, y un tunecino decidió quemarse a lo bonzo para reivindicar que a parte de quitarles libertades, y las oportunidades de futuro, también les estaban quitando el pan. Y con el pan no se juega. La llama se extendió hacia Marruecos, Egipto, Libia, Yemen, Líbano... hay ya una decena de muertos (y más habrá si finalmente se contagian Irán y Siria), y nos quedan imágenes tan espectaculares como un joven arabe haciendo parar un camión antidisturbios egipcio a lo plaza de Tian'anmen.
No es una revuelta de un grupúsculo social, como ha pasado en Europa, que se acalle a base de palos y en tres días no quedan ganas de fiesta, se aprueba aquello contra lo que nos quejamos, nos encogemos de hombros y ya. Esta revuelta ya ha tumbado un gobierno, y a punto de tumbar otros dos, dictaduras sempiternas que no han resistido el embate.
De momento Europa calla, acobardada por ver qué grupos ocupan el vacío de poder de las dictaduras que posiblemente caigan. No nos engañemos, por mucho que nos pongan un poco más difícil ver una película online, porque nos salga más caro sacarnos una carrera, por jubilarnos un poco más tarde o por tener un poco menos de dinero en los bolsillos, seguiremos siendo el primer mundo, y viviendo relativamente bien (se podría vivir mejor, pero sería a costa de los 4500 millones de personas que quedan por debajo de nuestro nivel económico). Hoy he comido en un centro comercial, y a parte de casi no encontrar mesa en una docena de restaurantes, también estaba lleno hasta arriba de gente comprando.
¿Tendremos que llegar a los niveles de nuestros vecinos del sur del mediterráneo para que también prenda en nosotros la llama del inconformismo? ¿Este aparente estado del bienestar insuperable nos quita las ganas de luchar por miedo a arriesgar lo que todavía tenemos? ¿Sabremos en nuestro interior más profundo que es inmoral luchar por según que cosas viendo como está el patio de al lado? ¿Es eso excusa? ¿Nos pondremos todos las mismas máscaras para tirar todos del carro en el mismo sentido?