"A más de uno que dice que la vida es breve le parece el día demasiado largo." Friedrich Hebbel
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Y, por una vez, la inmovilidad no va a salir mal parada en mi blog.
He hablado con bomberos, con cooperantes en países de conflicto, con amantes de los deportes extremos... con gente que se lanza a la aventura de cabeza, bien por trabajo, por conciencia o por ocio. Una gran parte de ellos, después de muchas conversaciones, acaban por llegar casi de pasada a la misma conclusión, lo mejor de irse es que en algún momento podrán volver a su refugio. Ya sea un lugar, una persona, un grupo de personas, o un estado de animo en uno mismo.
El viernes sentí algo parecido. Vinieron los monitores irlandeses con los que he compartido muchísimas horas de trabajo, muchas noches de copa en copa y muchas experiencias de lo más evocadoras. Eligieron un pub irlandés con música en directo, donde buena parte de la clientela era irlandesa (y donde se podían captar conversaciones en ese Inglés tan peculiar). Fuera llovía. Lo que ayudó mucho a que, por momentos, me sintiera como si nada hubiera cambiado en estos años, a sentirme desubicado sin poder decir, sin pensar, en que país estaba.
Las bromas con ellos eran las mismas, los comentarios idénticos. Ya hace varios veranos que dejé de ir como monitor, pero tuve la extraña sensación de que nada había cambiado en estos últimos 6 o 7 años desde que nos conocimos. Curioso, reconfortante. Cómo llegar después de muchos años a un lugar de la niñez, y ver que nada ha cambiado. Sentirte, repentinamente, en un refugio seguro, en uno que no aguarda más sorpresas, ni más cambios, que los que tú traes. Poder descansar, sin miedo a perderlo, porque no te pertenece, porque eres tú quien le perteneces.
Adelante, escribe