"Las cosas no cambian, cambiamos nosotros". Henry David Thoreau
(tiempo de lectura medio estimado: 40 segs)
Mi dedo indice se desliza suavemente por el borde del vaso. Una de mis cervezas favoritas me mira impasible, casi retándome, a la espera del primer trago. El ambiente bullicioso que nos rodea se difumina. Levanto la mirada.
Me cuesta centrarme en la conversación. Cualquier otro día hubiera disfrutado. Pero hay alguien que me distrae involuntariamente (e inconscientemente) a cientos de kilómetros. Saco la sonrisa de "medio lao", mi uniforme de fingida indiferencia, y me obligo a contestar.
El tacto del cristal frío me mantiene atado a la realidad. El primer trago, siempre amargo, recorre la garganta. Lo disfruto. Sigo hablando. Hay risas. Otro trago. Sin piedad.
Vuelvo a jugar con el borde del segundo vaso. Es casi un ritual cuando pienso. Esta es otra cerveza. Más densa. Más amarga. Más familiar. Un hogar que no ha cambiado me inunda de golpe.
La música de fondo se anima.
Y yo, tambien.
Adelante, escribe