"Las maravillas de la vida se nos escapan por la cómoda trampa de la rutina." John Nigro
(tiempo de lectura estimado: 1 min y 45 seg)
Hoy he estado 20 minutos en la ducha, disfrutando del agua caliente y el vapor. Es algo que mi parte ecologista (y la ingenieril) no acepta del todo, al fin y al cabo, la energía más limpia y facil de manejar es la que no se consume, pero no ha sido suficientemente convincente. Tenía (y todavía tengo) un montón de cosas que hacer, cosas que no me apetecían en absoluto.... y se estaba tan bien debajo del agua.
Hace un tiempo charlaba con un alemán y una francesa de lo duro que es la rutina, parece que esto no entiende de fronteras. Levantarse cada mañana, ir a clase en la universidad, salir de clase, trabajar, y por las noches a hacer trabajos y prácticas. Y los fines de semana, a menudo, salía más por inercia que por apetecerme de verdad salir. Las alternativas eran ir de cervezas, o cine-cena-copa. No es que no me apeteciera irme de cervezas con los amigos, pero hacerlo cada semana, durante años, a la misma hora y en los mismos bares, le quita algo de gracia. Cualquier cosa, por divertida que pueda ser, por mucho que nos guste, acaba por volvernos un poco apáticos si no tiene un toque creativo de vez en cuando, da igual si es nuestro plato favorito, salir de fiesta, quedarse en casa a ver películas, una serie de televisión, el sexo, un trabajo...
Nos escuchó un tipo del Líbano que llevaba ya varios largos meses quitando escombros en las ciudades bombardeadas en la guerra de 2006. Después de mirarnos detenidamente, nos dijo que ojala tuviera una rutina que le permitiese vivir tranquilo. Después de pensarlo (y seguramente al ver nuestras caras de culpabilidad), matizó diciendo que cada uno quiere lo que no tiene, y que si nos agobiaba la rutina, que hiciéramos como él, siempre que podía dormir, dormía hasta que el cuerpo no podía más, y siempre que se sentaba a comer, comía hasta reventar... porque nunca sabes cuando será el siguiente rato que podrás echar una cabezada, o llevarte algo a la boca.
Así que estoy en ello. Por fin le he echado ganas e intento salirme de la rutina siempre que se me presenta la oportunidad, para compensar cuando no puedo. No tiene ni que ser especialmente exótico ni caro ni peligroso (al menos no necesariamente), simplemente que no sea algo más. Puede ser tomarse una copa en un bar de hielo, hacer un viaje, disfrutar de cervezas raras con una persona interesante, hacer un taller de escritura y tertulias cerveciles posteriores, una cena creativa en casa, ir a algunos espectáculos, rutas de senderismo de madrugada o en mitad de la nieve. Opciones siempre hay. El otro día, por 3 euros y a 10 minutos de casa, fui a un (impresionante) festival benéfico que mezclaba flamenco y danza del vientre que me dejó con la boca abierta (y eso que no se me hubiera ocurrido ir si no me hubiera invitado una de las chicas que bailaba). Sólo hay que probar cosas nuevas para descubrir nuevas pasiones.
Y, al final, poco a poco también se acaba redescubriendo el gusto por otros planes más rutinarios.
Lo que es difícil a veces es encontrar a alguien más que te entienda y con quien disfrutar de estas cosas.